lunes, 30 de octubre de 2017

TRIUNFO DE LA VIDA



Por :Edgar Rosales


Por primera vez en la vida, la llegada del amanecer se perfilaba angustiante, y no podía ser de otra manera, en parte por haber vivido una noche cargada de enorme tensión y porque al llegar las seis de la mañana estaríamos frente a una de las experiencia más terribles que un periodista pueda vivir: presenciar, a solo unos cuantos metros de distancia, el fusilamiento de dos seres humanos. Temibles delincuentes encontrados culpables, pero seres humanos al fin.

Era el 13 de septiembre de 1996 y se daría cumplimiento a la sentencia máxima, luego de un larguísimo proceso judicial, que incluyó la denegatoria del indulto solicitado a Álvaro Arzú, presidente de turno, un torrente de recursos de amparo y hasta aquel precipitado titular Fueron fusilados, publicado tres días atrás por el desaparecido diario La República, anunciando que se había consumado la ejecución, aunque en realidad esta se había interrumpido por un recurso de último minuto.

Asqueado por lo que resultó aquel deprimente escenario, confieso que la mente, afortunadamente, ha borrado muchos detalles. Lo que sí recuerdo es que todo transcurrió muy rápido, que la descarga sobre Pedro Castillo Mendoza y Roberto Girón -acusados de la violación y asesinato de la niña Sonia Marisol Álvarez- no fue suficiente para segar su vida. Fue necesario que el forense confirmara que solo estaban mortalmente heridos, que el juez Gustavo Gaitán Lara ordenara el tiro de gracia y que un oficial del Ejército, presumiendo su desalmada frialdad de militar, disparara un balazo directo a la sien de cada reo para asegurar el cumplimiento del castigo.

El “espectáculo” resultó tan grotesco que pasaron a ser los últimos fusilados de la historia. Millones de padres de familia se desayunaron con las salvajes escenas, y otros tantos niños y niñas lo presenciaron todavía desde su camita. Por supuesto, los diarios hicieron fiesta con un tiraje extraordinario y oportuno para satisfacer el morbo de sus lectores. Hasta los congresistas se sintieron abrumados por la transmisión “en vivo y a todo color”, tanto así que algunos trataron de mitigar tanta miseria moral por medio de un decreto que suprimió el fusilamiento y lo sustituyó por el “más humano” método de la inyección letal.

Por supuesto, el hecho no fue ningún disuasivo y de entonces para hoy el panorama de violencia en el país se ha agravado terriblemente. Y a la hora de debatir las posibles soluciones ante tal problemática, una de las más socorridas ha sido siempre la aplicación de la pena de muerte, a contrapelo de quienes sostienen que existen soluciones más racionales y civilizadas para resolverlo.



Sin embargo, el miércoles 25 de los corrientes, los magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) zanjaron de una buena vez las discrepancias al declarar la inconstitucionalidad de cinco delitos contemplados en el Código Penal que se castigaban con la pena capital. Estos eran: parricidio, ejecución extrajudicial, plagio o secuestro, desaparición forzada y muerte del presidente o vicepresidente de la República. A ellos se agrega la expulsión del asesinato, declarado por la misma Corte en 2016.

La CC puntualiza en su resolución que la pena capital se reguló para tales delitos, en una fecha posterior a la ratificación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José) y aplicarlos representa un incumplimiento a lo pactado, por lo que no puede ser parte del ordenamiento jurídico nacional.

Con esta resolución, prácticamente desaparece la pena de muerte del sistema penal. Algunos especialistas han alegado que no correspondía a la CC pronunciarse al respecto, porque el artículo 18 de la Constitución concede al Congreso de la República la facultad de abolir el castigo. No obstante, al eliminar la sanción a todos los delitos a los cuales le era aplicable, ello significa una abolición de hecho. Por tanto, lo recomendable sería que el Legislativo, como una acción meramente política, recoja sus miserias y decrete la abolición en definitiva.

Mientras tanto, las propuestas electorales de Zury Ríos y Alejandro Giammattei, respaldadas por gente ultraconservadora como Lucrecia Marroquín de Palomo, Giovanni Fratti y Ricardo Méndez Ruiz, se derrumbaron y el panorama en su entorno debe ser patético, por la sencilla razón que esa, la pena de muerte, era su propuesta central de combate a la criminalidad. Mejor dicho: su única propuesta. Jamás plantearon alguna otra Nunca hablaron de reformas ni de previsión. ¡Pobres políticos estos!




Y que conste que el Estado de Guatemala en más de una oportunidad aplicó la pena de muerte sin pasar por la vía jurídica. Los más de 1 300 jóvenes pandilleros asesinados dentro del “proyecto” de limpieza social aplicado en tiempos de Óscar Berger es un tema que todavía está pendiente de ventilarse e implicaría -una vez más- a Carlos Vielman, Eduardo Sperinsen y el propio Giammattei.

Así que, de manera inesperada, Guatemala de pronto se inscribe en la lista de países civilizados, seguidores de la legislación penal moderna, de las tendencias abolicionistas. Lamentablemente, quienes no parecen darse cuenta de la importancia de este salto de calidad es la mancuerna presidencial, Jimmy Morales y Jafeth Cabrera, quienes siempre han gritado a voz en cuello su inclinación retrógrada y fascista de apoyar la pena máxima y esta vez no han dudado en descalificar la resolución de la CC.



Aunque no se descartan acciones futuras para intentar reposicionar el tema, estimulando la emotividad en la población que es víctima de la violencia, se debería aprovechar la nueva escena para construir propuestas que de verdad terminen con las condiciones que propician la criminalidad en Guatemala. ¡Que sea un auténtico triunfo de la vida! Y en lo particular, me alegra que ningún periodista tendrá que pasar por la amarga experiencia de ser cómplice involuntario de un Estado que en lugar de cumplir su mandato del respeto a la vida de sus ciudadanos, se regodea hipócritamente al asesinarlos legalmente.  

viernes, 27 de octubre de 2017

VALIDEZ DE LOS PROGRAMAS SOCIALES


Por: Edgar Rosales

(Versión extendida, publicada originalmente en gAZeta)

En 2008 se declaró una crisis económica mundial, que entre julio y septiembre alcanzó su punto más dramático cuando el precio del petróleo llegó a US$ 148 por barril, mientras los combustibles alcanzaron precios jamás imaginados de Q37 por galón. Probablemente muchos ya olvidaron que en Guatemala ese problema impactó severamente en la economía familiar, especialmente de la clase media, y que entre los sectores de menores ingresos se empezó a vislumbrar un panorama apremiante.


Crisis Económica. Probablemente muchos a estas alturas  han olvidado el alza en los combustibles que se registró en 2008, a causa de la debacle económica que se inició en ese año. Esta gráfica nos lo recuerda.


Como una salida emergente, el gobierno que recién se había instalado contempló medidas de apoyo a la población de menores recursos, no solo para enfrentar la crisis inminente, sino con la mira de ir construyendo una política pública encargada de buscar soluciones en el mediano y largo plazo a los problemas de la pobreza. Este, y no otro, es el verdadero origen de programas como Mi Familia Progresa (Transferencias Monetarias Condicionadas a cambio de que las familias más pobres enviaran a sus hijos menores a controles en educación y salud, y Bolsa Solidaria, una ayuda mensual en alimentos básicos).

Tales programas empezaron a generar importantes frutos: cobertura casi universal (98 %) en educación primaria, reducción dramática de la tasa de mortalidad materno infantil (tan dramática como el hecho de que en Sololá no se presentara un solo caso en 2010 y en Suchitepéquez bajara 6 veces en cuatro años), o la disminución de 1.89 % en la extrema pobreza, según la Encovi 2011. Hubo otros programas de cuyos logros casi no se habla, tal el caso de Escuelas Abiertas, iniciativa que le abrió oportunidades al talento y capacidades de unos 230 mil niños y adolescentes residentes en áreas socialmente conflictivas.


    
   OPORTUNIDAD PERDIDA. Escuelas Abiertas, un programa donde la niñez y juventud disfrutaba al descubrir o poner en práctica sus talentos, a la vez que los alejaba de peligros.

Sin embargo, es lamentable que casi 10 años después se desconoce radicalmente el espíritu, modus operandi y alcances de estos programas (o se pretende desconocer, con tal de posicionar una agenda mediática de rechazo a la inversión social). Por ejemplo, el pasado 16 de los corrientes, el matutino elPeriódico publicó un editorial titulado “Fracaso de los programas sociales”, descalificándolos con base en una nota de Prensa Libre acerca del monitoreo fiscal 2016 del Fondo Monetario Internacional (FMI), el cual señala que dicha propuesta no ha contribuido, en ocho años, a reducir la pobreza en Guatemala.

Esto representa una verdad a medias, porque uno y otro asumen que durante el lapso citado tales programas han funcionado como una política pública, es decir, bajo criterios de continuidad, objetivos definidos, resultados medibles y siguiendo el concepto que permitió alcanzar los resultados de su primera etapa. Tal idea es un error metodológico porque los programas sociales se distorsionaron a partir de la instauración del gobierno del Partido Patriota, cuando se eliminaron los controles de asistencia a la escuela y a los centros de salud, convirtiéndolos en lo que tanto criticaron: un programa que regalaba a cambio de nada.

Y durante el régimen de Jimmy Morales el abandono ha continuado. Las autoridades del Mides perdieron el rumbo y es imposible saber cuáles son los resultados que a estas alturas esperan obtener. Es decir, los hicieron objeto de despilfarro, opacidad y, muy probablemente, corrupción. De paso, se derrumbó el mito de la institucionalización, porque esta no bastó por sí sola para dar resultados positivos, tal como lo expliqué hace unos meses en este blog.





INSTITUCIONALIDAD FALAZ. Desde la creación del Ministerio de Desarrollo Social, la escasa capacidad de ejecución y el abandono de los programas sociales son sus grandes aportes.

En lugar de denunciar la atrocidad en que se convirtió lo que empezó a ser la única política de inversión social en 60 años, elPeriódico censura el esfuerzo, culpando por la falta de resultados a la iniciativa original, con lo cual exculpa tácitamente las barbaridades de los gobiernos del PP y FCN.

Durante años he esperado algún comentario que realice un análisis de los programas sociales al margen de las descalificaciones políticas de siempre y centrado en los elementos técnicos, pero lo único que se escribe son barbaridades como las de elPeriódico. Las únicas excepciones alcanzan tres dedos de la mano: Miguel Gutiérrez (exsuperintendente de la SAT), Bienvenido Argueta (fundador de Escuelas Abiertas) y Virgilio Álvarez (exdirector de Flacso).

Ningún columnista o analista, por mucho que se las pique de objetivo, ha siquiera mencionado el método Proxy recomendado por el Banco Mundial para el proceso de selección de beneficiarios. Tampoco le explican que el Instituto Nacional de Salud Pública de México desarrolló uno de los estudios más serios acerca del programa Mi Familia Progresa en la época en que estuvo vigente. Y menos, le van a mencionar la buena opinión que este programa le mereció al Banco Interamericano de Desarrollo, según su informe de Evaluación Externa de Mifapro.

Tampoco puede usted esperar que alguno de estos profesionales le relate que el Banco Mundial y la Universidad Rafael Landívar presentaron otro estudio que confirma los buenos resultados que se iban logrando hasta el año 2010. Y menos aún, contarle que en los municipios a donde llegó el programa de transferencias monetarias condicionadas fue donde la USAID encontró mejores índices de avance educativo.    

El argumento más frecuente es que se trataba tan solo de proyectos clientelares. No obstante, ya Juan Carlos Monzón se encargó de informar que durantela campaña electoral del PP en 2011, permearon a los beneficiarios sin obstáculos. Y lo dicen los resultados electorales de ese año, cuando los naranjas ganaron en departamentos cubiertos por Mi Familia Progresa. Verdades que nadie menciona.

En todo caso, no se trata de presentar a estos programas como la panacea en la lucha contra la pobreza. Derrotar a este flagelo requiere de estas y otras estrategias, lo cual incluye mejor régimen salarial en la iniciativa privada. Pero tampoco se les puede desechar y menos con los argumentos politiqueros de siempre. El grave problema es que en la población logró posicionarse el ataque dirigido por Dionisio Gutiérrez, cuyos alfiles eran las congresistas Nineth Montenegro y Roxana Baldetti -quienes nunca pudieron demostrar anomalías y menos, corrupción- y algunos medios de comunicación entregados cerrilmente al poder constituido, tal el caso de elPeriódico, entonces dirigido por Sylvia Gereda.



   MANCUERNA DAÑINA.  la alianza entre la diputada Nineth Montenegro y el empresario Dionicio Gutiérrez ha sido un proyecto terriblemente dañino para el progreso social.

Por ello no deja de ser indignante la manera cómo manipula los hechos el editorial de marras, y sobre todo al plantear un señalamiento que debe causar vergüenza al autor: “Increíble, pero cierto. En otros países, como México y Brasil, los programas sociales impactaron positivamente en la reducción de la pobreza y la miseria, en tanto que en Guatemala no”.

Tan cínica posición, sin embargo, tiene una explicación clarísima: porque en ningún país de Latinoamérica existe una oligarquía más retrógada y enemiga del progreso social, ni unos medios de comunicación tan serviles como en Guatemala. Cabría, al margen de los ataques, plantearse una reflexión: si en cuatro años se lograron avances, ¿cuánto más habría mejorado el panorama social con una década de acciones continuas?  

martes, 24 de octubre de 2017

DE PAYASOS, INEPTOS, CRETINOS... Y HUESEROS

Por: Edgar Rosales



Un día mira uno en la televisión que el presidente Jimmy Morales pronuncia un discurso (no importa la maldita razón que lo motiva, uno lo ve por accidente). Pero en lugar de una pieza de oratoria, lo que se escucha es de parar los cabellos. Unas veces, su singular instinto de comediante le ha sugerido deleitar a su arrobada audiencia con una pieza de su peculiar “jimmylosofía”. Otras veces más afortunadas para su público (nótese el sarcasmo) este deberá digerirse una absurda conjugación del verbo amar o una invitación a “tapar el dedo con un sol”.

Sin embargo, esto apenas empieza. Su más reciente desliz resultó de antología y rebasó los límites de lo humanamente tolerable. “Si alguien está haciendo (sic) algo de corrupción, que se persiga el delito, pero que no se persiga a las personas, porque la justicia es para perseguir los delitos y no a las personas”. Sí, así lo dijo con todas sus letras y frente a todas las cámaras y micrófonos habidos y por haber. Tan revolucionaria declaración, jamás imaginada siquiera por néofitos como Eugenio Cuello Calón o mediocres como Santiago Mir Puig transformó en cuestión de segundos la añeja institución del Derecho Penal, gracias a la novedosa teoría de Morales.

Y como era de esperar, mejor que cualquier sesudo análisis jurídico, son los demoledores memes los que se han encargado de disectar (literalmente) el infortunado mensaje presidencial. “O sea, hay que castigar al homicidio y no al homicida”, reza uno que leí por algún lado. O mandar al bote el financiamiento ilícito, pero jamás al alcalde Arzú. Y así, por el estilo, abundan las mofas que causa este nuevo desatino.

 Y es entonces cuando uno recuerda que hace pocos días, la esfera gubernamental de turno -la Cancillería para ser más exactos- nos obsequió una gema de estulticia al enviarle una misiva nada diplomática a Iván Velásquez, comisionado de la Cicig, por medio de la cual le informa acerca de la renovación de su visa y que pudiera seguir haciendo lo que hace, pero bajo la sutil advertencia de “respetar la Constitución” y “Abstenerse de inmiscuirse en asuntos internos de Guatemala”.

  PELIGROSA MANCUERNA. En poco más de un mes en funciones, la canciller Sandra Jovel y su     segunda al mando, Alicia Castillo han dado muestras de sus limitadas capacidades                       diplomáticas.

Estos actos administrativos de tan dudosa justificación solo incrementan el desgaste que se ha construido el gobierno de la República, cuando aún no ha llegado a la mitad del camino. Fue una medida, además de anodina, una clarísima demostración de ineptitud, de la cual no se puede culpar del todo a la ministra Sandra Jovel o a la viceministra Alicia Castillo Sosa. Y es que como bien dice un refrán muy famoso en la administración pública: los empleados siempre hacen todo lo posible por imitar al jefe.

   REPUDIO GANADO. Las insinuaciones del Vicepresidente Cabrera en torno a que casi todos los guatemaltecos         han incurrido en actos de corrupción, se ganaron un repudio general.

Y cuando uno esperaría que, por ser profesional tal vez algunas luces tendría el vicepresidente Jafeth Cabrera para orientar el rumbo, más o menos como lo hizo Eduardo Stein en la época de Óscar Berger. Pero resulta que para el nada carismático vicemandatario, Estados Unidos debería de dejar de extender visa a los guatemaltecos porque “casi todos se han visto envueltos en hechos de corrupción”. Sí, así como lo lee. Falacia por generalización imperfecta pronunciada nada más y menos que por un ex Rector -mediocre- de la Usac.

Y si estos ejemplos retratan verazmente al gobierno de Morales, lo peor es que la escasa reserva útil y coherente que uno podía esperar de esta administración se cayó estrepitosamente. Al parecer, no era tan irrevocable la renuncia de los ministros Julio Héctor Estrada, de Finanzas Públicas, Leticia Teleguario, de Trabajo y Previsión Social y Francisco Rivas, de Gobernación, cuya sujeción a los dictados del Departamento de Estado no puede ocultarse más, porque ha trascendido que fue el embajador Luis Arreaga quien les ordenó que volvieran cuanto antes al rebaño; que no podían desobedecer las órdenes de “mas arriba”. ¡Y así lo hicieron!

  SOLIDARIDAD. El equipo de la Embajada al servicio del gobierno de Morales, así como   anunciaron su renuncia dieron de inmediato marcha atrás. Las órdenes venían de "más               arriba" aunque no necesariamente en inglés porque el embajador nació en Guatemala.

Pero, total, así de histriónicos, así de anodinos, así de cretinos y así de hueseros son “nuestros” funcionarios de turno. Y lo más desalentador es que aún habremos de transitar 26 meses en su dulce compañía, antes de que entregue el poder el equipo de gobierno más incapaz de todos los tiempos.

Y es que, a juzgar por los hechos, el camino para desalojarlos de Casa Presidencial no pasa por la vía del antejuicio, ni del paro nacional ni de las asambleas populares. Incluso y como es usual, la oligarquía empieza a vender la idea que hay que empujarles la carreta para ayudarlos a llegar al final, a pesar de la Cicig o de lo que sea. ¡Es el precio por creer que un payaso podía ser lo mismo que un presidente!


viernes, 20 de octubre de 2017

LO QUE DARÍAMOS POR TENER UN ARÉVALO



Por. Edgar Rosales

Sí, ya sé que el mandatario de turno se ha adelantado al sostener la febril e hilarante idea de ser la encarnación del portentoso líder del Primero Gobierno de la Revolución, el Ché Juan José Arévalo. Obviamente, se trata de un pésimo chiste, digno de Moralejas. Jamás puede haber comparación entre Charly McCarthy (el más famoso muñeco de ventrílocuo) y el iniciador del proceso de transformación social y económica más importante en la historia de Guatemala.

Hablando en serio. Nuestro país se ha precipitado a una crisis política de naturaleza jurídica, con repercusiones económicas que se van a conocer con toda su crudeza dentro de un par de meses y eso no es ninguna apreciación marcada por ideología. Los números no mienten, nos enseñaron en la primaria... y el hambre y desempleo tampoco.

El problema guatemalteco desatado en abril de 2015 ha pasado por diversos diagnósticos, pero ninguno parece dar con la solución mágica. Se ha insinuado una reedición de aquella pro oligárquica Instancia de Consenso surgida en medio del Serranazo de 1993; se han protagonizado marchas y paros, y más recientemente se ha lanzado una Asamblea Ciudadana que no ha tenido la respuesta esperada, entre otras circunstancias por la presencia del rector Carlos Alvarado, cuyos severos cuestionamientos a causa de presuntos hechos de corrupción, anulan su capacidad de convocatoria.


  Carlos Alvarado, rector de la USAC debe entender que no es la persona ad hoc para encabezar     movimientos reivindicativos nacionales. El triste papel desarrollado en su administración lo     descalifica rotundamente.

No obstante los fracasos y al igual que todas las crisis, la actual ha tenido la virtud de despertar la creatividad e imaginación en cuanto a las posibilidades de resolverla. Se habla de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (la cual, según la Carta Magna vigente, solo podría modificar una cantidad limitada de artículos). Incluso, figuras reconocidas por su sensatez y sapiencia, como el constitucionalista Jorge Mario García Laguardia dicen que “es tiempo de cambiarla”... lo que no dicen es el “cómo”.

La realidad es que una medida de tal magnitud solo es posible como resultado de un rompimiento constitucional; extremo que en Guatemala ha estado a cargo del Ejército de Guatemala y por lo general ha sido para instaurar un régimen de terror y control ciudadano, previo a restablecer el orden quebrantado. Sin embargo, la institución armada pasa por su peor nivel de credibilidad y un acto de esa índole no tendría el mínimo apoyo nacional e internacional. Así es como veo el panorama y, pese a no ser jurista, tampoco he encontrado algún representante del Foro Nacional que aporte mayores luces al respecto.

Y, por supuesto, están los más soñadores, los que en cada crisis ven la oportunidad de desatar un movimiento revolucionario; un levantamiento popular que dé al traste con todo lo establecido. Uno que rompa con el viejo sistema y que instaure uno nuevo. Mejor si es de corte marxista, radical y autoritario (porque solo así se puede transformar Guatemala y refundar el Estado, dicen). Y están los ilusos, esos cuya participación política se reduce a un like en las redes sociales o al más agresivo insulto que pueda caber en el limitado léxico de muchos chapines.


   ¿Nueva Constitución? El clamor por elegir una Asamblea Constituye que emita una nueva         Carta Magna se estrella con los artículos que limitan tal posibilidad.  

Todas estas circunstancias me hacen recordar que se atribuye a un funcionario del departamento de Estado la frase: “Lo que daríamos por tener un Árbenz ahora. Vamos a tener que inventar uno...”. Tal argumento fue expresado en 1981 y refleja la preocupación gringa ante la anarquía que primaba en el país a causa de la dictadura luquista (1978-1982). Pero los grandes líderes habían sido asesinados en los años precedentes y no había materia para “inventar” un nuevo Jacobo.

El problema en 2017, como en esa época, es la grave carencia de liderazgos sólidos, confiables y visionarios. Actualmente, la población ha reaccionado con indignación ante el destape de casos como el de La Línea, el de Cooptación, el Pacto de Corruptos o la Caja de Pandora. Pero ha sido solo eso: un desborde de rabia contenida, un escape ante las frustraciones acumuladas. Un momento aprovechable para sacarle la madre a los corruptos. “Una revolución que no es”, parafraseando a Virgilio Álvarez.


Sinceramente, me conformaría si al menos tuviésemos un Arévalo... o por lo menos alguien con la convicción de imitarlo en serio. Alguien capaz de descifrar lo crítico del momento y de comprender que lo urgente, lo inmediato e indispensable es sacar al país de la crisis, siguiendo una estrategia conciliatoria, al margen de paroxismos ideológicos, reorientando el quehacer del Estado y, por supuesto, sin abandonar la lucha contra la corrupción.

Alguien que -como en el 44- empiece por ordenar la casa, por impulsar las leyes que de verdad urgen, que retome la actividad gubernamental con sentido modernista, que recupere la función institucional que hoy se ha perdido en todos los ámbitos del Estado.

Lamentablemente, tampoco un Arévalo por sí solo podría avanzar mucho. Necesitaría del fuerte respaldo de un movimiento popular sólido y sobre todo, organizado. Esa es una diferencia toral con respecto al histórico movimiento que hoy cumple 73 años: lo popular no está en las manos adecuadas. En 1944 fueron los estudiantes, los maestros, los intelectuales y las mujeres quienes dirigieron la revuelta, pero hoy esas expresiones están monopolizadas por oenegés sin visión de país, en una sociedad civil circunscrita a un puñado de gente que antepone la financiación internacional a las reivindicaciones auténticas. De esa manera nunca se pasará de ejercer, así sea con toda la libertad del mundo, el sagrado derecho del pataleo.













Error histórico. La indignación popular a causa de los pactos de corruptos ha conducido a un error de lectura, el cual consiste en creer que la Cicig, el MP o las oenegés son los entes llamados a resolver la crisis política. 

La lección que nos está dejando la crisis -apuntalada por la historia- es que le hemos delegado a la Cicig, al MP y al oenegismo (¿Qué, no tienen prohibido participar en política), los roles de grandes componedores del sistema político, para lo cual no están capacitados ni legitimados. La consigna debiera ser: unos a perseguir a los Ciacs y los otros a desarrollar proyectos dentro del sector que les corresponde. La política nos corresponde a nosotros, al pueblo-pueblo; a quienes hemos luchado, ayer y hoy, por la instauración de la auténtica democracia, y a los jóvenes y mujeres que exigen y son capaces de construir un mundo mejor.

¡Si tan solo tuviésemos un Arévalo!


martes, 17 de octubre de 2017

NOSTALGIA POR LA VIEJA POLÍTICA
















Manuel Colom Argueta y Adolfo Mijangos López, dos protagonistas de la política auténtica; cuando esta sí era política.




Por Edgar Rosales

¿Tiene usted , aproximadamente por lo menos, idea del significado del concepto “Vieja Política”, aplicado tan frecuentemente al caso de Guatemala? Lo más seguro es que lo relacione con las prácticas mercantilistas, corruptas y convenencieras que retratan a la mayoría de políticos en los últimos tiempos. Mejor dicho: en los últimos 32 años.

Lamento disentir porque yo manejo un concepto distinto, el cual no es producto de elaboradas teorías (En realidad el que se maneja en los círculos académicos tampoco lo es, al menos para el caso guatemalteco). El que conozco es resultado de vivencias auténticas, de terribles y hermosas experiencias a la vez. De alegrías y sinsabores, de bondades y crueldades. Sí, lo que yo conocí y viví en carne propia si puede denominarse vieja política... y me siento orgulloso de ello. Tanto que hasta siento nostalgia por su lamentable desaparición.

¿Cómo así? ¿Nostalgia por algo tan despreciable? dirá usted.

Un momento, por favor. Como “Vieja Política” he conocido solamente  a aquella que, en medio de la polarización y de la represión cruel que ejercían “las fuerzas de seguridad del Gobierno” se cimentaba una esperanza para una población que, apenas tres décadas antes la había perdido como resultado de ejecutarse la la operación PB Success. Había, como ahora, enfrentamiento, polémica, descalificación... y también había balas. Pero también había propuesta, había organización, había conciencia.


   MERCENARIOS. Los cabecillas traidores, responsables del derrumbe de la Revolución guatemalteca; hecho que aún se lamenta en este país.

Esa es la política por la cual siento nostalgia. Porque practicar esa vieja política significaba largas horas de estudio. “Realidad Nacional” se llamaba el curso que llevábamos en uno de los salones del viejo edificio del Frente Unido de la Revolución, el FUR de Meme Colom. Nadie lo impartía y todos a la vez. Consistía en leer todo lo que uno pudiera acerca de un determinado tema social, y a continuación lo discutía con todo el grupo.

Uno de nuestros textos insignia era el famoso Bases para el Desarrollo Económico y Social de Guatemala, prontuario de problemas nacionales bastante avanzado para la época, y que fuera escrito por nuestros queridos maestros: Francisco Villagrán Kramer, Adolfo Mijangos López, Rolando Collado y Manuel Colom Argueta.


Vieja Política era, por ejemplo, asistir y escuchar con suprema atención a líderes latinoamericanos como Carlos Morales Abarzúa, Secretario General del Partido Radical de Chile, uno de los pilares de la Unidad Popular que en 1970 había llevado a Salvador Allende al poder y que, para entonces, en 1977, lo trajo el Centro de Estudios de América Latina (CEDAL) de Costa Rica para trasladarnos sus experiencias en el depuesto primer gobierno socialista instaurado desde las urnas, así como su ulterior encarcelamiento por la dictadura pinochetista.


Pero, ¡ojo! La vieja política no se limitaba a la lectura y al escritorio. Había que salir a hablar y organizar grupos de jóvenes en el interior del país. Algunos eran patojos vinculados decididamente al FUR. Otros no lo eran, porque su corazón latía por las posiciones más radicales ¡Pero eran igualmente bienvenidos a nuestro esfuerzo!


Formación constante. Manuel Colom no escatimaba esfuerzos y tiempos para formar políticamente a los jóvenes de entonces. En esta foto aparece el autor de este blog, tercero de izquierda a derecha. 

El asunto es que llegaba el fin de semana y allá íbamos. Unos a Quiché, Huehuetenango, Chimaltenango o Cobán y otro grupo a Sololá, Quetzaltenango o Totonicapán. Y otro rasgo de esa vieja política era que todos los viajes eran sufragadas por cada uno de nosotros. Sí, de nuestro bolsillo. Jamás pedimos viáticos; hacíamos el “ajustón” para completar los gastos y -masoquistas que éramos- éramos los jóvenes más felices del país al terminar cada una de esas pequeñas grandes misiones.

Vieja Política era sinónimo de debate, de discusión, de intercambio -a veces exaltado y algunas demasiado exaltado- de ideas. Uno de los más valiosos símbolos de esa Vieja Política es el épico diálogo político por televisión entre Meme Colom y Alejandro Maldonado, cuando ambos representaban a las posiciones opuestas pero a la vez razonables, que se presentaban como opciones ante las propuestas extremistas que dominaban el panorama. Vieja Política era prepararse y preparar a otros para que, llegado el momento, estuviésemos capacitados para defender nuestro ideario en cualquier terreno y circunstancia.


Vieja Política era cuando, una vez llegada la campaña electoral, salir a pegar volantes en los postes, repartir trifoliares de persona a persona, participar en mitines y concentraciones populares era lo usual y suficiente. Cuando los “spots” no influían sobre el votante, porque era carísimo e inútil. En 30 segundos no se podía resumir un ideario político ni un plan de acción. Y sobre todo, había que aprovechar esa breve etapa porque era cuando el régimen militar de turno se disfrazaba de “demócrata” y toleraba ciertas expresiones políticas de oposición.


Y había una ventaja enorme para el "consumidor", es decir, el votante: no se podía esperar, ni en el peor sueño, que un diputado, un líder o el último de los afiliados a un partido cambiara de ideología o de bando, así como ahora se cambian en cuestión de segundos. El que era de derecha, era de derecha y el de izquierda, de izquierda. Ni siquiera se hablaba en términos de "centro", concepto que se utilizó hasta que Jorge Carpio (QEPD) lo acuñó con fines mercadológicos, que no político - ideológicos. 

Lamentablemente, todo eso cambió cuando la política pasó a ser parte del mercado. Cuando el dinero, -no el liderazgo, no el talento, no la identidad ideológica- fue el factor esencial para aspirar a un cargo público. Y empezó antes de instaurarse el período que conocemos como “democrático”. Fue allá por 1981, en la campaña que pretendía llevar por la vía del tercer fraude consecutivo al general Ángel Anibal Guevara, cuando vimos por primera vez que los líderes de cualquier nivel empezaron a ponerle precio a su participación. De ahí en adelante, todo se pervirtió.


Intento de Fraude. La portada de Prensa Libre registra el fraude que pretendía llevar a la presidencia al general Ángel Aníbal Guevara (postulado por la alianza partidaria FDP). Diez después tendría lugar el golpe de Estado propiciado por la joven oficialidad del Ejército de entonces. 






¿Se da cuenta por qué digo que la Vieja Política no es eso que usted se ha creído? Antes bien, la Vieja Política es noble, inspiradora, comprometida. ¡Cuánto quisiera que volviese algún día! 

¿Que usted aspira a instaurar un sistema regido por una "Nueva Política"? 

Sospecho, estimado lector, que debe revisar sus conceptos...

domingo, 8 de octubre de 2017

¿Y LA PRENSA PARA CUÁNDO? (II Y FINAL) Versión extendida



¿Y la prensa para cuándo? (II y final)

VERSIÓN EXTENDIDA

Originalmente publicado en gAZeta  http://gazeta.gt/y-la-prensa-para-cuando-ii-y-final/

Por: Edgar Rosales

Un buen amigo de Facebook, Aquiles Esquivel Madrazo me envió un pertinente comentario en relación con aspectos expresados en el primero de mis artículos relacionados con este tema: “...decir que a la prensa no le costó esta caricatura de democracia que tiene Guatemala tampoco es justo; talvez valdría decir que a los medios como empresas no les costó nada porque estaban alineados al oficialismo y al imperio...”.

Aprecio mucho la observación. En efecto, a menudo en el concepto cotidiano de prensa se mezcla de manera arbitraria a propietarios (empresarios de las noticias), editores (vicarios de los empresarios) y reporteros (quienes, salvo casos excepcionales, generalmente reproducen el discurso de los dos antes mencionados). A mí se me pasó por alto hacer esta disección, fundamental para el desarrollo del tema.

Cabría decir, entonces, que sí hubo periodistas a quienes costó sangre la democracia, pero se trataba de verdaderos obreros del periodismo. Entre ellos merecen mención mi inolvidable amigo Mario Monterroso Armas, asesinado vilmente el 24 de marzo de 1974. Y entre una lista muy extensa es justo mencionar a Marco Antonio Cacao Muñoz, José León Castañeda, Luis Alberto Romero “Timoteo Curruchiche” y Mario Solorzano Foppa, personajes que ejercieron el periodismo de manera profesional dejando para su momento y ocasión sus personales inclinaciones políticas.

Sin embargo, en la actualidad es difícil encontrar a reporteros que no reproduzcan el discurso e intereses de sus patronos a la hora de trabajar sus notas, los mismos criterios y hasta las mismas palabras, todo lo cual tarde o temprano pasarán a ser parte de su ideario consciente. Las noticias deberán llevar “la línea” oficial del medio o se corre el riesgo de no ser publicadas y, peor aún, que eso sea el motivo para que el cazanoticias sea despedido por falta de productividad.

Entonces quedemos claros: cuando me refiero a que la prensa únicamente ha usurpado las ventajas de la democracia y que esta no les costó siquiera una gota de sangre, me refiero a esa élite, a esos clanes y a esas mafias que se han valido de los medios de comunicación de que disponen, para maniobrar políticamente, hacer negocios perversos y dirigir el pensamiento colectivo en la dirección que conviene a sus particulares intereses.

Un cuestionamiento frecuente suele ser: ¿De qué manera manipula la prensa, si en estos tiempos no se puede ocultar ninguna noticia y menos si esta involucra al poder constituido? En efecto, todas las noticias se publican -o la mayoría de ellas-, pero la clave es el “enfoque” que el medio le otorga a un hecho ocurrido a la vista de todos. Es la interpretación que los directores y/o editores quieren darle y que no necesariamente es el único ángulo noticioso. Suele ser el más controversial, negativo o polémico. Es decir, SU interpretación. El sesgo que le dicen.

De esa forma, en los medios guatemaltecos es usual que desde el titular se oriente el pensamiento del público. Veamos un ejemplo al azar: “Pese a realidad, según vocero, Morales si enfrenta a la prensa”, reza el titular del lunes 02 de octubre de La Hora. Este es un claro ejemplo de portada que dirige la opinión en el sentido que al vespertino le interesa. Y no, no estoy justificando lo que afirma el portavoz; es un mero ejemplo de cómo se puede manipular a la opinión pública, al exhortarla de entrada a tomar partida. Y así como este caso, suele ocurrir con cualquier tema y en cualquier medio de comunicación.

El asunto es más grave cuando se observa las plataformas de opinión. Es ahí donde el clamor por ese “¿Y la Prensa para cuándo?” tiene un valor rotundo. ¿No parece suficiente que a estas alturas Alfred Kaltschmitt, Armando De la Torre, Estuardo Zapeta, Mario Fuentes Destarac, José Rubén Zamora, Juan Luis Font, Mario Antonio Sandoval y Oscar Clemente Marroquín, entre otros, han pervertido de manera oprobiosa y durante décadas, las páginas o medios de que disponen para posicionar discursos de odio, de divisionismo, de superficialidad y de conceptos aberrantes en su oficiosa defensa del establishment?

Y no sólo los intereses de lo establecido. Kaltschmitt es un iracundo defensor del ríosmontismo (al cual sirvió desde un cargo público "solapado" y de las masacres y represión perpetrada en aquella época. A De la Torre sus alumnos lo consideran un símbolo del anticomunismo. Quienes tienen criterio formado sólo encuentran en él un deteriorado ejemplar del capitalismo más salvaje. Zapeta, durante décadas ha tratado de posicionar un discurso donde prolifera el odio hacia las personas de éxito, especialmente si se trata de indígenas; condición de la cual reniega. Fuentes Destarac es el Comisionado del Gran Capital para la Distorsión de la Realidad Social. Desde las páginas de el Periódico ha emprendido furibundas campañas en contra de la Copredeh, simple y sencillamente porque le irrita que el Estado pague por las ilegalidades cometidas contra pueblos indígenas. 

José Rubén Zamora es el peor. La merde de la merde. Según un amigo psicólogo, este sujeto expresa en su espacio un terrible desajuste social y psicológico, sin duda alguna producto de su nunca desmentida adicción a sustancias psicotrópicas. Acosado por los reclamos de sus lectores optó por cerrar el espacio donde se podía escribir comentarios, aduciendo, entre otras muestras de intolerancia y palabras más, palabras menos que: Guatemala está plagada de gente ignorante; que opina sin conocimiento de los hechos. Es un tipo peligroso, que llega al grado de inmiscuirse en la vida privada de las personas (sean o no funcionarios o políticos). No escatima en destruir honras y publica cualquier sandez sin ser sometida al mínimo escrutinio. Los éxitos que ha tenido al publicar casos de corrupción como el que terminó por defenestrar al gobierno de Otto Pérez Molina fueron, en realidad, en seguimiento a una estrategia trazada por La Embajada. Pero, igualmente, le han anotado goles de medio campo al utilizarlo -cual monigote- para publicar información falsa. 

Juan Luis Font pasó en pocos años de convertirse en un periodista que buscaba el equilibrio, a un activista político cuya agenda está determinada por la Cicig, La Embajada y su ex jefe Erick Archila. Sus análisis, otrora acertados y profesionales, hoy solo causan desconfianza porque es inevitable ponerse a pensar de dónde realmente proceden. 

Mario Antonio Sandoval, es el periodista que por dejar de pensar le salió una nuez en el cerebro (Nombre de un cuadro de Elmar René Rojas dedicado a Roberto Girón Lemus, periodista al servicio de la extrema derecha asesinado en los años 70). Ahora no defiende ideas políticas -no obstante su calidad académica- sino los business del consorcio Prensa Libre. De esa cuenta, si un gobierno licita la impresión de textos escolares con la editorial de dicho rotativo, ese régimen puede dar por seguro que no recibirá ataque alguno del influyente medio. 

Oscar Clemente Marroquín representa el lenguaje del rencor personal, del odio social y de la mediocridad periodística, hasta en el uso de un lenguaje estancado, irreflexivo y superficial. Para este sujeto parece que la preocupación más grande en la vida es que "No le vean la cara de baboso" (como si tuviera otra). Y el guatemalteco "tiene que pensar mal para acertar" o de lo contrario "son tortas y pan pintado", recursos lingüisticos coloquiales que llevan varias décadas sin evolucionar un gramo.  



Deformadores de Opinión. En breves recuento, este es el team que bajo el pretexto de lo políticamente correcto y la honestidad (aunque ninguno se salva de vínculos o antecedentes terribles) y que manejan la principal agenda deformadora de la realidad guatemalteca.  Su depuración es básica para una prensa democrática.

Y que conste que no sólo de ese lado. Algunos columnistas de izquierda realmente resultan cansinos y poco propositivos, a causa de un discurso anquilosado en tiempos pretéritos, en falsas reivindicaciones o en posicionamientos políticamente correctos, que influencian a quienes los leen en un sentido poco propositivo frente a la realidad actual.

¿Y entonces -repito- la prensa para cuándo? Lo ideal sería que, al igual que lo empiezan a hacer otras instituciones, los medios tuviesen la capacidad de autodepurarse por cuenta propia. Sí, más o menos como estos se lo han sugerido al actual corrupto Congreso de la República. Autodepuración.

Esto, obviamente no va a ser posible. Igual que los diputados, los responsables de la prensa no se van a disparar en el pie. Queda entonces la posibilidad de que el gran depurador sea el público. Sí, que ese televidente que se traga cuanta sandez le disparan algunos iletrados de Canal Antigua o un par de españoletes desde Guatevisión, un día por fín se anime a “tocar el botón” porque realmente han surgido otras opciones.

Es usted, estimado lector de gAZeta, quien puede y debe depurar a los columnistas que lee. Es usted quien debe discriminar cuáles medios vale la pena leer y cuales simplemente desechar. Ahora tiene infinitas posibilidades de informarse mejor, gracias a los recursos de la red . Así que usted decide: 
¿ Y la prensa para cuándo?..


martes, 3 de octubre de 2017

¿Y LA PRENSA PARA CUÁNDO? (I)




Por Edgar Rosales



La mayoría de reporteros alguna vez han experimentado ese deleite único que se siente al pillar a alguien en malos pasos… aunque no sea así. Lo importante es cumplir con las dos reglas de oro que al salir de la redacción le impuso el editor: “todo funcionario es corrupto hasta que demuestre lo contrario”. O bien: “quiero que vayás con este fulano político y le encontrés un elefante rosado. Y si se puede, encontrale dos”.

Lo anterior no es exagerado. Me consta por haberlo vivido durante más de una década de ejercicio periodístico. Pero así es el esquema dentro del cual opera la mayoría de medios de comunicación guatemaltecos, sean impresos, televisivos, radiodifundidos o digitales: la noticia debe vender o no es noticia.

Esa conducta “periodística” sustentada en el odio social que sataniza a la clase política mientras bendice a los empresarios (tan nobles y respetables ellos), nos recuerda que en los últimos tiempos se ha desatado una especie de moda anticorrupción, la cual hace creer que este es el origen de todos los males de nuestra sociedad, cuando en realidad es un efecto de tantos problemas y déficits acumulados históricamente.

Ese proceso anticorrupción ha tenido el efecto de plantear la necesidad de depuración de los malos representantes de las instituciones. Así se han empezado a depurar algunos partidos políticos, se depuró la administración de justicia (aún falta mucho). Igualmente, hay demandas de depuración del Congreso, del Ejército y de la sociedad civil. Sin embargo, por ningún lado se escucha ni se propone otra necesaria depuración. “¿Y la prensa para cuándo?”, tal como se proclama cada vez que se pretende la persecución de ciertas instituciones o personajes.

Y es que la prensa no puede sustraerse a su responsabilidad en la construcción de la debacle nacional. Cuando se privilegia, por ejemplo, cierta especie de periodismo “investigativo” tan activa y decididamente contra los gobiernos de Alfonso Portillo y Álvaro Colom, pero que casi desaparece en los períodos de Álvaro Arzú y Óscar Berger, se concluye que los medios abandonan su papel informativo, formador y de entretenimiento según se acoplen a su descarado activismo político.

Lo anterior no es casual y tiene cierta lógica: a la prensa no le costó ni una gota de sangre la construcción de la democracia en Guatemala, como sí nos costó a muchos otros sectores sociales. ¿No lo cree? Haga el esfuerzo de buscar en una hemeroteca cuántas notas se publicaron acerca de las terribles masacres perpetradas durante la guerra interna y se dará cuenta que fue un acontecimiento escondido de la manera más perversa, porque era uno de tantos sectores coaligados con los bloques hegemónicos de entonces. Cabe decir, por tanto, que la prensa no solo no contribuyó a la democracia, sino que ahora es una cínica usufructuaria de sus beneficios.

Como empresas que comercian con las noticias, ese activismo político actúa descarnado bajo el eufemismo de “periodismo independiente”. Vea nada más ese Siglo 21 envilecido y entregado sin rubor a los intereses de la Línea o la Fundación Terrorista. ¿En qué grado de miseria moral se ubica un Peladero que ha corrompido absolutamente la función editorial para dedicarse a destruir personas, familias e instituciones… hasta que a su autor se le abran nuevas fuentes de “financiamiento”? Y en rotativos venidos a menos como La Hora, un lector solo puede esperar desfogues hepáticos de su director, quien se estancó en los mismos temas personales y con la misma pobreza de léxico de hace 25 años.

Lo peor es que medios alternativos como Nómada apenas tienen incidencia marginal, debido a que sus promotores aún no superan la fase egocéntrico-narcisista que a todo joven periodista le es inherente. Superioridad moral que se diluye al ser financiados por Soros, cuya trayectoria al servicio de la CIA debiese bastar para llenar de vergüenza a quienquiera que reciba dinero de sus manos.


En fin, una sociedad que aspira a superar la corrupción, a encaminarse por senderos positivos y hasta a “refundarse” no puede contar con una prensa corrupta. Es hora de exigir: ¿y la prensa para cuándo?