viernes, 18 de agosto de 2017

Sed de Sangre

Por : Edgar Rosales





En esta semana, la segunda de agosto, la muerte ha estado de fiesta. Igual lo estuvo la semana anterior y lo ha estado todo el año. Y sin embargo, más que la cantidad de decesos que día a día inflan el muertómetro nacional, lo preocupante es la sed de sangre que muchos guatemaltecos manifiestan al clamar por la “pena de muerte”, creyendo que es la fórmula mágica para terminar con el desborde criminal.

Ese contenido anhelo de venganza se desfoga viralmente cada vez que ocurre un acto protagonizado por las pandillas juveniles. El más reciente en desatar esa corriente de indignación fue la terrible masacre del hospital Roosevelt, donde se liberó a uno de los cabecillas que había sido trasladado para recibir atención médica. Este caso, además de desatar la enésima furia feisbuquera del año, terminó de desnudar la ineptitud de un gobierno que no termina de aprenderse el libreto. Además, puso al descubierto las falencias de una sociedad cínica -es decir, nosotros- que pretende resolver el grave problema de la delincuencia -que es un problema por ella creado- mediante el simple recurso de la aplicación sumaria y masiva de la inyección letal.





Pánico. Las pandillas juveniles enviaron un terrible mensaje de fuerza al sembrar el pánico en el Hospital Roosevelt. (Fotos tomadas de la web de Prensa Libre)

Y es que esa es la primera estafa que suelen comprar quienes apoyan la pena de muerte: creer que se va a aplicar al día siguiente de capturar a cualquier pandillero, que las ejecuciones van a ser multitudinarias y que de esa forma los honrados que somos más “vamos a producir tranquilamente”. ¡No señores! De consumarse semejante despropósito, de todos modos habrá que agotar el debido proceso -digo, si es que nos preciamos de vivir en una sociedad medianamente civilizada-, lo cual puede tomar alrededor de 4 o 5 años antes de proceder a la ejecución.

Y no nos engañemos: la ineficacia de la pena de muerte está demostrada, sobre todo en Guatemala. ¿Acaso no se recuerda que durante el gobierno de Óscar Berger, funcionarios de la calaña de Carlos Vielman, Javier Figueroa, Alejandro Giammattei y Erwin Sperisen, comandaban las fuerzas de seguridad que mandaron al otro potrero a unos 2 mil mareros, al aplicarles la pena de muerte, solo que por la vía extrajudicial?

Pero lejos de resolverse el problema se produjo una lógica reacción de los delincuentes: redoblar sus actos criminales. Las estadísticas desmienten de manera rotunda a cualquier prosélito de las ejecuciones.


Acólitos de la muerte. Alejandro Giammattei, Erwin Sperisen, Javier Figueroa y Carlos Vielman, cuarteto infernal que propugna por la pena de muerte (Foto Publinews). 

Para lo que sí sirve la pena de muerte es para exacerbar el oportunismo electorero de gente como Zury Ríos (caso explicable desde la estructura de su ADN) o Giammattei, cuyos resentimientos personales y continuos fracasos políticos le incitan a descargar toda su escoria moral, que de buena gana descargaría sobre cualquier pandillero.

Es necesario repudiar que el Estado se rebaje al nivel de los criminales al emplear métodos violentos que contradicen la esencia propia del Estado. Y convencernos de que la única forma de reducir el poder de las maras consiste en que la sociedad -es decir, nosotros- nos demos cuenta de la necesidad de saldar esa deuda social acumulada que se traduce en falta de oportunidades de desarrollo para nuestra juventud.

Y ahora que en el Congreso se ha presentado una iniciativa para restablecer el indulto presidencial es imprescindible que como parte del debate se tome en consideración que, si bien es cierto, el artículo 18 de la Constitución de la República contempla la Pena de Muerte, también es importante su frase final, aunque nunca se ha tomado en cuenta: "El Congreso de la República podrá abolir la pena de muerte". Esto, aparte de estar considerando en la Ley Superior de la República, va a tono con la tendencia abolicionista mundial


Probablemente los indignados internautas tienen razón en cuanto a la imposibilidad de reinserción social de muchos jóvenes pandilleros. Pero también es factible rescatar a otros muchos. Lo que sí es innegable, es que debemos pensar en el rescate de las próximas generaciones de guatemaltecos y darles todo aquello que la sociedad -es decir, nosotros- nos hemos encargado de negar. 


Y tener presente que ¡la sed de sangre es propia de garrapatas y vampiros; nunca de humanos!

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