Manuel Colom Argueta y Adolfo Mijangos López, dos protagonistas de la política auténtica; cuando esta sí era política.
Por Edgar Rosales
¿Tiene usted , aproximadamente por lo
menos, idea del significado del concepto “Vieja Política”,
aplicado tan frecuentemente al caso de Guatemala? Lo más seguro es que lo relacione con
las prácticas mercantilistas, corruptas y convenencieras que retratan a la mayoría de políticos en los últimos tiempos.
Mejor dicho: en los últimos 32 años.
Lamento disentir porque yo manejo un
concepto distinto, el cual no es producto de elaboradas
teorías (En realidad el que se maneja en los círculos académicos
tampoco lo es, al menos para el caso guatemalteco). El que conozco
es resultado de vivencias auténticas, de terribles y hermosas
experiencias a la vez. De alegrías y sinsabores, de bondades y
crueldades. Sí, lo que yo conocí y viví en carne propia si puede
denominarse vieja política... y me siento orgulloso de ello. Tanto
que hasta siento nostalgia por su lamentable desaparición.
¿Cómo así? ¿Nostalgia por algo tan despreciable? dirá usted.
Un momento, por favor. Como “Vieja Política” he conocido solamente a aquella que, en medio de la polarización y de la
represión cruel que ejercían “las fuerzas de seguridad del
Gobierno” se cimentaba una esperanza para una población que,
apenas tres décadas antes la había perdido como resultado de
ejecutarse la la operación PB Success. Había, como ahora,
enfrentamiento, polémica, descalificación... y también había
balas. Pero también había propuesta, había organización, había
conciencia.
MERCENARIOS. Los cabecillas traidores, responsables del derrumbe de la Revolución guatemalteca; hecho que aún se lamenta en este país.
Esa es la política por la cual siento
nostalgia. Porque practicar esa vieja política significaba largas
horas de estudio. “Realidad Nacional” se llamaba el curso que
llevábamos en uno de los salones del viejo edificio del Frente Unido
de la Revolución, el FUR de Meme Colom. Nadie lo impartía y todos a
la vez. Consistía en leer todo lo que uno pudiera acerca de un
determinado tema social, y a continuación lo discutía con todo el
grupo.
Uno de nuestros textos insignia era el
famoso Bases para el Desarrollo Económico y Social de Guatemala,
prontuario de problemas nacionales bastante avanzado para la época,
y que fuera escrito por nuestros queridos maestros: Francisco
Villagrán Kramer, Adolfo Mijangos López, Rolando Collado y Manuel
Colom Argueta.
Vieja Política era, por ejemplo,
asistir y escuchar con suprema atención a líderes latinoamericanos como Carlos Morales Abarzúa, Secretario General del Partido Radical de Chile, uno de los pilares
de la Unidad Popular que en 1970 había llevado a Salvador Allende al
poder y que, para entonces, en 1977, lo trajo el Centro de Estudios
de América Latina (CEDAL) de Costa Rica para trasladarnos sus
experiencias en el depuesto primer gobierno socialista instaurado
desde las urnas, así como su ulterior encarcelamiento por la
dictadura pinochetista.
Pero, ¡ojo! La vieja política no se
limitaba a la lectura y al escritorio. Había que salir a hablar y
organizar grupos de jóvenes en el interior del país. Algunos eran patojos vinculados decididamente al FUR. Otros no lo eran, porque su
corazón latía por las posiciones más radicales ¡Pero eran
igualmente bienvenidos a nuestro esfuerzo!
Formación constante. Manuel Colom no escatimaba esfuerzos y tiempos para formar políticamente a los jóvenes de entonces. En esta foto aparece el autor de este blog, tercero de izquierda a derecha.
El asunto es que llegaba el fin de
semana y allá íbamos. Unos a Quiché, Huehuetenango, Chimaltenango
o Cobán y otro grupo a Sololá, Quetzaltenango o Totonicapán. Y
otro rasgo de esa vieja política era que todos los viajes eran
sufragadas por cada uno de nosotros. Sí, de nuestro bolsillo. Jamás
pedimos viáticos; hacíamos el “ajustón” para completar los
gastos y -masoquistas que éramos- éramos los jóvenes más felices
del país al terminar cada una de esas pequeñas grandes misiones.
Vieja Política era sinónimo de
debate, de discusión, de intercambio -a veces exaltado y algunas
demasiado exaltado- de ideas. Uno de los más valiosos símbolos de
esa Vieja Política es el épico diálogo político por televisión entre Meme Colom
y Alejandro Maldonado, cuando ambos representaban a las posiciones
opuestas pero a la vez razonables, que se presentaban como opciones
ante las propuestas extremistas que dominaban el panorama. Vieja
Política era prepararse y preparar a otros para que, llegado el
momento, estuviésemos capacitados para defender nuestro ideario en
cualquier terreno y circunstancia.
Vieja Política era cuando, una vez
llegada la campaña electoral, salir a pegar volantes en los postes,
repartir trifoliares de persona a persona, participar en mitines y
concentraciones populares era lo usual y suficiente. Cuando los
“spots” no influían sobre el votante, porque era carísimo e inútil. En 30 segundos no
se podía resumir un ideario político ni un plan de acción. Y sobre
todo, había que aprovechar esa breve etapa porque era cuando el
régimen militar de turno se disfrazaba de “demócrata” y
toleraba ciertas expresiones políticas de oposición.
Y había una ventaja enorme para el "consumidor", es decir, el votante: no se podía esperar, ni en el peor sueño, que un diputado, un líder o el último de los afiliados a un partido cambiara de ideología o de bando, así como ahora se cambian en cuestión de segundos. El que era de derecha, era de derecha y el de izquierda, de izquierda. Ni siquiera se hablaba en términos de "centro", concepto que se utilizó hasta que Jorge Carpio (QEPD) lo acuñó con fines mercadológicos, que no político - ideológicos.
Lamentablemente, todo eso cambió
cuando la política pasó a ser parte del mercado. Cuando el dinero,
-no el liderazgo, no el talento, no la identidad ideológica- fue el
factor esencial para aspirar a un cargo público. Y empezó antes de
instaurarse el período que conocemos como “democrático”. Fue
allá por 1981, en la campaña que pretendía llevar por la vía del
tercer fraude consecutivo al general Ángel Anibal Guevara, cuando
vimos por primera vez que los líderes de cualquier nivel empezaron a
ponerle precio a su participación. De ahí en adelante, todo se
pervirtió.
¿Se da cuenta por qué digo que la Vieja Política no es eso que usted se ha creído? Antes bien, la Vieja Política es noble, inspiradora, comprometida. ¡Cuánto quisiera que volviese algún día!
¿Que
usted aspira a instaurar un sistema regido por una "Nueva Política"?
Sospecho,
estimado lector, que debe revisar sus conceptos...
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