martes, 27 de febrero de 2018

GUERRA POR EL CONTROL DE LAS REDES SOCIALES



Como es lógico en un país que se asume democrático, en Guatemala ha surgido una agria polémica en torno a la iniciativa de ley contra actos terroristas. Las discrepancias consisten en que una parte del proyecto, decididamente censurable, pretende criminalizar las protestas sociales al enmarcarlas dentro de dicha normativa. Sin embargo, la posibilidad de que se pueda aprovechar para restringir el uso de las redes sociales -la otra parte- sí debería ser objeto de, al menos, un serio debate.
Y es que la propuesta busca crear el delito de «ciberterrorismo» o «terrorismo cibernético» y castigar a quienes con «fines económicos, políticos, religiosos, ideológicos, militares o cualquier otro» utilicen los medios de comunicación para generar temor en la población. Evidentemente, es una forma de restringir la libertad de expresión, sobre todo en las llamadas redes sociales.
He aquí entonces el meollo del debate. ¿Puede ser regulada, con miras a su restricción, un derecho considerado humano, como es el caso del derecho a la libertad de expresión? La respuesta es: sí. De hecho, el artículo 35 de la Constitución Política, no obstante reconocer ese principio fundamental, al mismo tiempo impone los límites: «Quien en uso de esta libertad faltare al respeto a la vida privada o a la moral, será responsable conforme a la ley».

Es decir, se trata de un derecho con regulaciones, lo aceptemos o no. A la vez, coincide con el principio de que ningún derecho, por importante que sea, es ilimitado. La excepción es el derecho a la vida y de ahí la improcedencia de la pena de muerte, por ejemplo. Y si eso ocurre con un derecho reconocido en la Constitución y en instrumentos internacionales de derechos humanos, como es la libertad de expresión, ¿por qué no habría de restringirse también en las redes sociales?
En realidad no se trata solo de una ocurrencia de un grupo de cuestionables diputados nacionales, como se ha señalado. Es una preocupación global, que ha sido materializada jurídicamente en otras latitudes, aunque estamos claros que aquí se impulsa una versión tropicalizada. Una de las causas principales del terror se originó en las acusaciones a Rusia acerca del uso de las redes para influir sobre los resultados electorales en Ucrania, Francia, Alemania y Estados Unidos.
«Si ni siquiera los países más avanzados en tecnología pueden proteger la integridad del proceso electoral, ¿qué decir de los desafíos que enfrentan los países con menos conocimiento técnico? (…) A falta de hechos y datos, la mera posibilidad de manipulación alimenta teorías conspirativas y debilita la fe en la democracia y en las elecciones, en un momento en que la confianza pública ya se encuentra deprimida», asegura Koffi Annan, exsecretario general de la ONU, en un artículo publicado en la edición más reciente de la revista Nueva Sociedad.
Pero es un recurso que no solamente ha utilizado el travieso Putin. El concepto Efecto de la manipulación de los motores de búsqueda (Seme, por sus siglas en inglés) fue acuñado por Robert Epstein y Ronald E. Robertson, en agosto de 2015, cuando demostraron que se podía orientar el voto de un 20 % o más de indecisos, según los resultados que le ofrezca al público el popular sitio Google. Incluso, aseguran, se ha logrado cambiar tendencias electorales que hasta horas antes del evento se daban por seguras.
Por tales razones, el temor a la amenaza cibernética ha llegado a Estados Unidos, donde se presentó un proyecto de ley de honestidad publicitaria que extendería a las redes sociales las reglas que actualmente se aplican a la prensa, la radio y la televisión. Y en Alemania se aprobó una ley que obliga a las empresas de redes sociales a eliminar comentarios violentos y noticias falsas en un plazo de 24 horas, so pena de castigos cuantificados en millones de euros.

Es natural, entonces, que ante la posibilidad de emitirse una ley similar en Guatemala, algunos conspicuos netcenteros (mundialmente desconocidos fuera de su casa) y quienes utilizan las redes para expresar indignación, rabia e impotencia ante problemas como la corrupción o el despilfarro de recursos públicos, perciban que una iniciativa de esta naturaleza viene a coartar la libertad de expresión. Se trata de una “Ley Mordaza” para que no se diga lo que uno piensa de las mafias, se sugiere en términos generales.
Sin embargo, los tuits y likes no se refieren únicamente a temas políticos. Con la excusa de esa libertad de decir lo que a uno se le antoje, desde Twitter o Facebook se perpetran delitos, no necesariamente cibernéticos, como el acoso, el discurso de odio, la incitación a la violencia, la radicalización y hasta conductas sexuales repugnantes. ¿O acaso esas formas de transgresión deben mantenerse de manera irrestricta, en aras de la libertad de expresión?
El asunto no es tan fácil como emitir una ley. Uno de los temas que es obligado llevar a la mesa de discusión es si el Estado guatemalteco tendría capacidad de regular la actividad en redes sociales, sabiendo que los datos se almacenan y administran en lugares tan distantes como Nueva Delhi, Mountain View o Silicon Valley. (Aunque no pocos internautas proclaman «mi muro es mío y en él escribo lo que me viene en gana». ¡Sí, claro!).
El problema, en sí, es complejo pero no es sano rechazarlo o aceptarlo sin mayor análisis. Annan propone lo siguiente: «Me dispongo a convocar una comisión que incluya a los cerebros de las redes sociales, de la tecnología de la información y a líderes políticos para que nos ayude a resolver estas nuevas cuestiones cruciales. Buscaremos soluciones factibles que sirvan a las democracias, sin dejar de aprovechar las muchas oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías».

¿Y entonces? ¿Defendemos nuestra libertad sin barreras, nos hacemos cómplices de delitos cibernéticos, apoyamos una ley más de dudosa aplicación o esperamos a que la gente aprenda a conducirse con moderación y ética en las redes? ¿O será que vienen las «potencias» a ponernos en cintura, punto este que nos recuerda aquel relato de ficción donde somos controlados y dirigidos por el Gran Hermano? Así las cosas, está guerra por el control cibernético nos abre una valiosa oportunidad de debatir. Bienvenida sea la polémica. 

sábado, 24 de febrero de 2018

ELMAR ROJAS, GENIO MULTIFACÉTICO


El deceso del Maestro (así, con mayúscula) Elmar René Rojas, aunque era esperado, no ha dejado de conmoverme profundamente. Es una de esas sensaciones extrañas, no solo por haber tenido el honor de ser amigo de un valor universal de Guatemala (sin duda equiparable a Carlos Mérida, Tito Monterroso o Miguel Ángel Asturias) sino por algo mucho más grande: por haber sido dispensado con su franca amistad.
Al principio pensaba escribir alguna reseña de su obra, pero lo que pudiese decir al respecto ya lo ha expresado con singular erudición el excepcional literato Jaime Barrios Carrillo. Me queda, entonces, volver los ojos hacia el ser humano, al Elmar Rojas amigo, artista y político que conocí.

Tuve el privilegio de verlo mientras trabajaba en su estudio. Era 1972 y se acercaba una de las tantísimas exposiciones que presentó durante su paso por este planeta. Así, viéndolo, aprendí que algunos grandes maestros de los pinceles no siempre precisan de estas herramientas para darle rienda suelta a su espíritu. Algunos de sus clásicos fondos asombrosos o esos difuminados tan elmarianos, fueron logrados al frotar un trozo de guaipe, mientras algunos detalles que definían la obra, no eran sino el resultado de peculiares raspados con papel de lija o el trazo de una punta de alambre de amarre.
Así le vi pintar la serie «Fito Mijangos, amigo y mártir», como tributo cargado de sentimientos hacia el asesinato de uno de los intelectuales más floridos que ha visto este país. O el no menos genial «Caída de los Alfiles», representados estos por las desplomadas figuras de un militar y un jerarca religioso, ante la irónica presencia de un caballo de ajedrez, que firme e impasible, los observaba en su desgracia desde su cómoda posición en el tablero.

«Desarrollar una particular, individualizada iconografía personal, como lo ha logrado el artista guatemalteco Elmar Rojas, requiere no solo del talento, de la habilidad en la transposición de la idea, sino de una absoluta agudeza en la aprehensión del entorno», escribiría alguna vez Elida Román, art dealer y crítica de arte peruana.
Y en otro escrito de Lionel Méndez D´avila nos recuerda: "Rojas acude también a otras claves formales para resolver sus composiciones: los ambientes exteriores y los interiores. En los exteriores resulta notable cómo,la mayoría de las veces, no puede renunciar al peso enorme de la referencia que le plantea un país fundamentalmente agrario, y la oferta permanente del paisaje campesino. Además, Elmar nació en una zona de colinas y serranías al norte de la ciudad de Guatemala y estudió parte de su educación media en "La Alameda de Chimaltenango", en una Escuela Normal-rural, en donde en los atardeceres el paisaje es sosegado y neblinoso."
"Es evidente que Cezanne ronda a veces en este espacio de frutas en que Rojas no termina de rendirle testimonio -de manzanas, es cierto- pero éstas ya son de San Bartolo Milpas Altas, pueblecito de vendedores de frutas de los Altos del centro de Guatemala, o los famosos perotes de un amarillo con ictericia, como los que ocupan ingrávidos el espacio compositivo de sus producciones plásticas".

Antes de cultivar su gran amistad fue amigo de mi padre. Nos solía visitar en la casona de La Florida, donde almorzó muchas veces, en compañía de Olguita, su bella esposa, y Luisa Fernanda y Mayarí, sus entonces pequeñas hijas. Decía que le encantaba el toque del caldo de gallina que preparaba mi madre. Fue en una de esas reuniones cuando me obsequió un cuaderno de dibujo y unos lápices de colores y me pidió que dibujara cualquier cosa. Al ver que yo no era tan mal dibujante, sin pensarlo dos veces me recomendó con el maestro Roberto Cabrera, quien por aquellos días daba clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. 
También viene a mi mente el recuerdo de tardes bohemias en su casa de la zona 15. Ahí, en compañía de gente como Magda Eunice -otra genial artista de la plástica- Carlos Gehlert Matta, Lionel Méndez D´avila o el Maistro Quiroa, entre muchos otros, Elmar solía mostrar otra faceta de su virtuosismo: la guitarra. En especial, disfrutaba intensamente su interpretación de Paisajes de Catamarca, la famosa zamba argentina. ¡Y qué decir de su maestría en el ajedrez! Uno tras otro, vi caer a varios personajes que hacían gala de sus habilidades en el juego ciencia.
    Grupo Vértebra. Elmar Rojas, Roberto Cabrera y Marco Augusto El Maistro Quiroa formaron una agrupación contestaria desde el espacio que mejor dominaban: las artes plásticas.
Pero de todas las actividades en las cuales se involucró, acaso la menos favorecida para él haya sido la política, aunque no por ello dejó de mostrar su genialidad cuando tuvo participación. Quizá muy pocos recuerden que cuando Manuel Colom Argueta asumió la alcaldía, Elmar René fue designado para hacerse cargo de la gestión de las áreas marginales; tarea que asumió con humildad, pese a que para entonces ya era un artista de renombre internacional.
O, como bien afirmara Méndez D´avila en uno de sus escritos: «Rojas ha hecho, en múltiples oportunidades en Guatemala, obras presentadas en series que nos dan testimonio de su óptica social y su compromiso con la realidad. Su enfoque ha estado siempre, una y otra vez, forjado con valores plásticos sin caer en las trampas del panfleto o la demagogia».

Pues bien, sin importar lo modesto de la posición en que se encontrase, con increíbles muestras de liderazgo positivo se granjeó la confianza de numerosos dirigentes de esos sectores relegados económicamente. Con ese apoyo, armó una alianza de bases citadinas del FURD y la Democracia Cristiana, por medio de la cual esperaba tener el respaldo de Colom Argueta y ser su sucesor en la siguiente administración. Lamentablemente, el intento fracasó cuando la gente más cercana a Lionel Ponciano prácticamente le puso un ultimátum al alcalde para que este último fuera el ungido, o nadie.
Y fue Colom Argueta quien, en cierta ocasión, describió el perfil político de Elmar René de una manera elocuente y categórica: «Es que él ve la política como uno de sus cuadros más hermosos, y al que no se le puede discutir la más mínima pincelada».
En efecto, era un idealista y ante todo, un humanista. Para él, lo más detestable era esa farsa que muchos políticos de hoy dan como verdad incontrovertible para justificar su majestuosa iniquidad y que se sustenta en el absurdo de que: «En la política no hay amigos; lo que hay son intereses».

Pese a haberse formado en la Democracia Cristiana, creo que en dicho partido nunca le dieron el valor que realmente tenía. En 1985 le dieron la oportunidad de ser su candidato a alcalde, a sabiendas de que era una misión imposible y que -según se sospechaba- ya había un acuerdo entre el entonces candidato Vinicio Cerezo y Álvaro Arzú. Lo mismo ocurrió cuando fue candidato de la UNE, en 2003, y pese a que alcanzó un tercer lugar -con una votación nunca igualada por dicha agrupación en la capital- tampoco fue valorado como correspondía. Obvio: el sistema político prevaleciente privilegia la mediocridad y el dinero, por encima de los valores auténticos del individuo.
Pero de todas las facetas que tuve la dicha de compartir, me quedo con la de amigo. Sus desinteresados y sabios consejos. Su peculiar y refinada forma de analizar los acontecimientos políticos y sociales más agudos, el calor humano que le brotaba en cada uno de sus gestos y palabras; todos ellos me marcaron de manera indeleble y seguirán latentes en mis recuerdos, agradecido por haber conocido a un personaje fabuloso.

Tan fabuloso quizá, como los seres de su realismo mágico; como ese enorme papalote negro que entró a mi casa el sábado anterior, en la víspera de su partida y que -según decían los abuelos- son seres que anuncian la despedida de un fallecido.
Así, con dolor y alegría mezcladas, solo me queda decir ¡muchas gracias, entrañable Maestro, y hasta pronto, inolvidable amigo Elmar René Rojas! 

viernes, 16 de febrero de 2018

LUCES, SOMBRAS Y GRISES DEL TRANSURBANO


Por: Édgar Rosales
Publicado originalmente en Revista gAZeta

El pasado martes, cuando se consumó la aprehensión del expresidente Álvaro Colom y la mayoría de su Gabinete, acusados de fraude y peculado en relación con el Transurbano, se abrió también un nuevo reto para que los entes investigadores, Ministerio Público y Cicig, esta vez sí logren demostrar que los acusados efectivamente son responsables de los cargos que se les imputan.
Lo anterior viene al caso porque, si bien es cierto que el proyecto terminó en un fiasco rotundo, hasta ahora tampoco hay motivos para equipararlo con los grandes escándalos de corrupción ocurridos durante el Gobierno del Partido Patriota, como han pretendido algunos periodistas con escasa formación en materia de gestión pública. Es decir, hay casos y casos.
En tal sentido, el MP y la Cicig se han anticipado a señalar -lo cual es correcto- que no cuentan con pruebas de que los exfuncionarios se hubiesen beneficiado, directa o indirectamente, de los recursos públicos asignados a dicho proyecto. Estimo que será diferente cuando se presenten las imputaciones a los miembros de esa mafia perversa que se autodenomina «empresarios del transporte» y se desvelen sus nexos con el capo Manuel Baldizón, contra quienes -se supone- existen argumentos demoledores de que habrían sido los verdaderos responsables de corromper dicho proyecto, al malversar recursos destinados al mismo.
Es deplorable que Transurbano haya tenido este lamentable desenlace, porque no obstante la manipulación de la que fue objeto, durante su fase inicial aportó indicios de ser una opción correcta. Es decir, así como fue envuelto por las tinieblas, también tuvo sus luces y sus medios tonos. Veamos.
La muerte violenta de pilotos del transporte urbano, flagelo que empezó a crecer desde el 2006, era una realidad innegable, tal como lo muestra la gráfica siguiente, pero fue descendiendo a partir del 2010, cuando entró en operación el Transurbano. Y, aunque en esta gráfica no aparece el dato, la realidad es que al primer mes del 2012, cuando Colom entregó la Presidencia, la cantidad de choferes asesinados en dicha ruta era de un real cero; tendencia que se mantiene a la fecha. ¿Recuerda usted cuántas veces ha leído noticias de asesinatos de pilotos del Transurbano?

Fuente: Mendoza, Carlos. Elaboración a partir de datos de PNC, INE (población) y SAT (número de buses), publicado en Plaza Pública, Pilotos de buses, una desproporción de víctimas.

Ese panorama fue el que llevó (al menos es la versión de Colom) a implementar un sistema prepago para el transporte público, debido a que el manejo de efectivo era una de las causas relacionadas con el asesinato de los conductores.
Sin embargo, los motivos que inspiraron el proyecto no ayudan a eliminar los puntos grises y, menos, los oscuros que lo empañaron. Está claro, con base en la conferencia del MP y Cicig del pasado martes 13, que el expresidente y parte de su equipo fueron conducidos a la cárcel por haber firmado el Acuerdo Gubernativo 103-2009, cuyo pecado consiste en que el artículo 1 facultaba al Ministerio de Finanzas para otorgar un «Aporte Económico de Inversión» hasta por la cantidad de US$ 35 millones para financiar el sistema prepago. De ninguna manera (y los entes investigadores no lo hacen) se puede hablar de una estructura mafiosa tipo La Línea.
De esa forma, el Gobierno se marcó un autogol de la manera más anodina imaginable. Esa tontería, rayana en la estupidez, de crear el tal «Aporte Económico de Inversión» era innecesaria. ¿Por qué? Recordemos que durante décadas distintos gobiernos entregaron millones de quetzales por concepto de subsidio al transporte urbano, pero sin explicar cómo y en qué se invertía. No obstante, eso a nadie le preocupaba y se insinuaba pero no se reclamaba absolutamente nada.
Colom, ingenuamente -por decirlo de alguna forma- buscó transparentar ese traslado de recursos al definir de manera explícita el destino de los mismos, toda vez que el sistema Transurbano permitía un adecuado control de pasajeros y se esperaba, en el mediano y largo plazo, eliminar completamente el subsidio. En otras palabras, le dieron el nombre de «Aporte Económico de Inversión» al subsidio que ya se entregaba a la Asociación de Empresas de Autobuses Urbanos -AEAU-.
Es grave -de acuerdo con la acusación- no haber llenado los requisitos legales que le habrían dado fundamento y transparencia a un Acuerdo de esta naturaleza, pero igual o más grave fue el no haber explicado en su momento los elementos positivos que contenía el Transurbano y que, en parte debido a esa falta de claridad, se erigieron mitos urbanos, imposibles ahora de erradicar del imaginario social.
Por ejemplo, la emisión del Acuerdo citado no autorizaba la compra de los 3 500 autobuses, como erróneamente lo ha manifestado la mayoría de medios y algunos analistas. El documento facultaba únicamente el monto del sistema prepago. ¿En qué consistía este sistema? En una serie de elementos que le daban integralidad al proyecto, entre los cuales se incluía la tarjeta de acceso, máquinas lectoras, botones de pánico, molinetes, pantallas de televisión, cámaras, central de monitoreo, seguridad privada, paradas seguras y otros.
Más claro: el Estado NO erogó dinero alguno para la compra de las unidades. Esta adquisición fue por medio de un préstamo celebrado entre los empresarios del transporte y el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, por medio del cual se proyectaba comprar los famosos 3 mil autobuses. Sin embargo, debido a insolvencias en las amortizaciones, únicamente pudieron adquirir alrededor de 400. Lo importante, en todo caso, es que al no invertir el Estado en la compra de los vehículos no puso en riesgo dinero público, aunque los «empresarios» -como siempre- sí ganaron mucho y arriesgaron poco.
Sin el menor ánimo de defender a esa especie de empresarios -cuya actividad mafiosa es indefendible por antonomasia- sino simplemente con el ánimo de aclarar conceptos, otro mito común afirma que la flotilla fue sobrevalorada. Explíquenme por favor: si uno se compromete a adquirir un bien mediante un préstamo bancario, por el cual, además, paga intereses, ¿es un buen negocio inflar artificialmente el precio de tal adquisición? Como que carece de sentido común, ¿o no?
Esa farsa, según algunas fuentes, la echó a rodar el representante de Mercedes Benz en Guatemala (sí, Francisco Alvarado MacDonald, alguna vez mecenas de Alfonso Portillo), enardecido porque su representada no fue tomada en cuenta en la supuesta licitación celebrada, otro de los garrafales errores que enturbian todo el proyecto, porque la convocatoria debió ser cristalina en absoluto, al tratarse de una inversión cuantiosa, destinada a un sector de servicios clave para la sociedad.
En fin, tal y como debe ocurrir en el Estado de derecho, hay que dejar a los órganos competentes que sean los que diluciden culpabilidades o inocencias. Lo verdaderamente triste es que Colom no supo aprovechar su oportunidad histórica de propiciar una solución real a un problema sempiterno. Su equivocada lealtad hacia esos «transportistas» maleantes se convirtió en una puñalada a la población que lo llevó al poder, porque pudo expulsarlos definitivamente de un mercado que han manoseado a su antojo para beneficio personal, sacrificando a cambio la seguridad y las vidas de miles de usuarios. Hacia ellos tendrá que ir, inexorablemente, la fase 2 anunciada por el MP y la Cicig. 

Fotografía principal tomada de ElPeriódico.

lunes, 12 de febrero de 2018

LA AMENAZA DEL EJÉRCITO


Por: Édgar Rosales
Como es de sobra conocido, desde abril del 2015 el país vive una de las crisis políticas más severas y prolongadas de su historia. En ese lapso se han registrado algunos picos de tensión particularmente agudos, especialmente a partir de agosto del año pasado, cuando el presidente Jimmy Morales cometió la singular torpeza de intentar el retiro del comisionado de Cicig, Iván Velásquez, sin contar con las condiciones políticas y diplomáticas para consumar su propósito.
Una característica de esta crisis ha sido la proliferación de advertencias al Gobierno, originadas en diversos círculos de influencia locales y extranjeros, en repudio a las acciones emprendidas por Morales y sus acólitos. El mensaje se resume en: «no hay forma de que usted, presidente, ni su caterva de militares, politiqueros y empresarios mafiosos y tradicionales que forman el círculo íntimo de poder, puedan salir bien librados de sus artimañas».
También se ha caracterizado por la ausencia de diseño estratégico en los intentos de Morales. Por ejemplo, su excanciller, Raúl Morales le falló a la hora de solicitar el retiro de Velásquez durante la cita con António Gutérres, secretario general de la ONU, y su exministro de Gobernación, Francisco Rivas, se le rebeló al impedir que la PNC se prestara a custodiar al comisionado hacia el avión que se tenía preparado para expulsarlo del país «con la ropa que tuviera puesta» (la aeronave fue facilitada por un oligarca chapín, ahora enemigo declarado del mandatario).
En adelante, la cadena de reveses para el presidente Morales ha sido impresionante. La Corte de Constitucionalidad, la PDH, la Plaza, fueron categóricos al respecto. En lo externo, senadores de los partidos Republicano y Demócrata, el secretario John Kelly, hasta el secretario de Estado Rex Tillerson, han manifestado claramente su apoyo a la Cicig e, incluso, han resaltado la importancia de la continuidad de su comisionado actual.
Reducida su capacidad de maniobra, Morales (mejor dicho, sus asesores), y ante la ausencia total de personalidades prestigiosas en su entorno, armaron una alianza con otro perseguido por la justicia, el alcalde Álvaro Arzú, razón fuerte para formar equipo y unir los misiles. Lo más importante: controlar la Junta Directiva del Congreso de la República, lo cual se logró al incorporar a firmitas impresentables pero manejadoras de votos… y chequeras.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas para la Directiva cuestionada. En su desesperación, Morales y su cohorte han acudido a otros actores en busca de auxilio. Es obvio que la fiera está herida y no se va a dar por vencida sin dar batalla. La más reciente -otra torpeza monumental-, haber enviado a la ONU a la canciller Sandra Jovel a remover el tema Velásquez-Cicig, con resultados vergonzosos para quien pretende ser la cabeza de la política exterior. ¿Terminaron, entonces, las posibilidades de Morales de lograr sus perversos objetivos?
Para nada. El posterior acto de sumisión de las armas nacionales ante los «servicios prestados a la patria» por parte de la canciller Jovel, fue toda una cita con la ignominia. Tales «servicios» no son sino el cumplimiento de obligaciones ministeriales, al negociar con Israel algún apoyo para el Ejército, lo cual tampoco representa hazaña alguna, tomando en cuenta el «agradecimiento diplomático» israelí, tras el anuncio del traslado de la embajada de Guatemala a Jerusalén.
Pero lo toral detrás de ese acto, seguido de otros en los que la alta oficialidad del Ejército ha enviado claras muestras de alineación con los poderes oscuros, es que la institución debe ser tomada en cuenta como un elemento más de la causa de los corruptos. ¡Como una amenaza! Y es que los militares pasan por una de las fases más críticas de su historia: sus «héroes de guerra» han sido acusados, procesados y encarcelados. Otros de sus oficiales referentes -Otto Pérez Molina, Juan de Dios Rodríguez o Mauricio López Bonilla- están vergonzosamente vinculados con actos de corrupción. Y sobre muchos otros pesa la sospecha de mantener estrechos vínculos mafiosos, al grado de haber convertido al Ejército en una especie de apéndice del narco.
De sus «líderes modernos» no se puede esperar mucho. El caso del exministro Williams Mansilla, ligado a proceso por abuso de autoridad y peculado por sustracción, es una continuación de la línea deleznable protagonizada por otros generales -aunque sean casos distintos-, como el que involucró a Abraham Valenzuela, titular de la Defensa en tiempos de Colom y defenestrado por sus vínculos con el narcotráfico.
Para colmo de sus colmos, a la población el Ejército ya no le merece aquella confianza de hace pocos años. Al contrario, las dudas de que las tropas sirvan para algo se empieza a arraigar, tomando en cuenta los lamentables resultados de las fuerzas combinadas en materia de seguridad. Entonces, con todos estos elementos, no es aventurado afirmar que los chafarotes carecen de razones para apoyar la lucha anticorrupción y serían uno de los sectores interesados en sacar a la Cicig.
¿Significa que Morales y sus asesores de ocasión piensan en el Ejército como un último recurso? Tal versión ha circulado con fuerza. Hasta el alcalde Arzú ha abonado a la idea, al celebrar un deleznable homenaje a los cadetes por su «heroica defensa de la bandera», el 14 de septiembre pasado.
La posibilidad de un golpe de Estado (o figura similar), una vez deje de serles útil el presidente, se dice que ya está sobre la mesa. Es difícil saber si los oficiales que alientan dicha idea (originada en la cárcel Mariscal Zavala) han tomado en cuenta las repercusiones internacionales que tendría tan descabellada idea. Es posible que no y que, ante el riesgo de enfrentar juicios a futuro, no duden en salpicar la institucionalidad. ¡Se ha hecho antes!
En medio del debate cabe la esperanza de que la oficialidad más joven (que ahora recibe formación universitaria con Eduardo Suger) tenga una mejor perspectiva y que pueda erigirse en la última reserva moral a lo interno del Ejército para garantizar la democracia. Aunque esto último, tampoco debe verse como la gran esperanza. Recordemos que gente como Mauricio López Bonilla o el general Leonel Sisniega Cordero fueron de los -en su momento- aclamados oficiales jóvenes que le dieron el golpe a Lucas García, pero una vez involucrados en los círculos de poder, terminaron como muchos de sus mentores... o peor.
 ¡Una vez más: los días por venir prometen muchas sorpresas! 

Fotografía principal tomada de Publinews.

sábado, 10 de febrero de 2018

NUEVAS MALAS PALABRAS EN GUATEMALA


Por: Édgar Rosales
Creo que fue Mafalda quien lo dijo por primera vez. En una de sus inolvidables historietas ironizaba con que la «P» era la letra inicial de una gran palabrota. No, no es esa que está pensando… Se refería, en el tono encantador que caracterizaba a nuestro personaje, a «Política», como un concepto terrible y de esencia negativa. En tres palabras: una mala palabra.
En efecto, a fuerza del desprestigio heredado por innumerables políticos que dicen ejercerla, la palabra «Política» se ha llegado a convertir, a escala mundial, en algo cuasi escatológico y repugnante. La Guatemala de nuestro tiempo no ha escapado a esa corriente y a causa de los hechos ocurridos en 2015, esos nuevos conceptos fueron adquiriendo un significado funesto en su uso cotidiano. Veamos algunas de estas «malas palabras».
La Línea. Hasta 2015 se le asociaba con aquella romántica descripción infantil que nos obligaron a memorizar, y que se refería a la misma como una «sucesión de puntos». Hoy es una sucesión interminable pero de eslabones oscuros, donde cada uno es peor que el precedente y resulta cada vez más difícil establecer cuál es la parte más «gruesa». Unas veces es el eslabón 1 y otras, el 2. Sin embargo, en caso de duda, ambos pueden intercambiarse. El orden de los factores no altera el producto.
Cooptación. Palabreja casi desconocida en el argot nacional, hasta que el colombiano Iván Velásquez la utilizó como etiqueta de uno de los casos más escandalosos de corrupción política (perdón por el pleonasmo). Lo malo es que ahora se le usa para todo. Cooptación de la USAC, cooptación de las iglesias, cooptación de los jueces, cooptación en la familia… No está lejano el día en que se hable de que el desastre actual del Real Madrid es resultado de su «cooptación» por parte de Cristiano Ronaldo.
Corrupción. No es una voz nueva, al contrario, es tan antigua como aquella compra que Jacob hizo de la primogenitura de su hermano Esaú, a cambio de un plato de lentejas. Aquí se volvió «mala palabra» desde que se le empezó a aplicar indiscriminadamente. Ahora, todo es susceptible de ser corrupto. Hasta el papa Francisco. Basta ver en las redes sociales, el primer criterio de descalificación hacia una persona es el de «corrupto». Corrupto es el periodista que publica noticias favorables a la fiscal Thelma Aldana; corrupto es Donald Trump (no xenófobo ni racista) por no aceptar a los migrantes. Corrupto el extécnico rojo Ever Almeida, por no haber colocado de titular a Pablo Pappa en la final del torneo apertura de diciembre pasado: todo es corrupto…
Fundación Terrorista. Nombre ganado a pulso por el grupo encabezado por el ultraderechista y ultraretrógrado (perdón, el pleonasmo era indispensable) Ricardo Méndez Ruiz. Se volvió mala palabra desde que se descubrieron sus nexos con los militares más sanguinarios de la historia, con las mafias -también de militares- más temibles, con sectores empresariales cavernarios y sobre todo, con la alianza proimpunidad que busca desalojar del país al comisionado Iván Velásquez y, de paso (dejémosnos de cuentos), también a la Cicig.
El MAN. Uno de los tantos apelativos empleados por el multifracasado político, Manuel Antonio Baldizón. Sin duda fue un recurso para venderle a los milenialsuna imagen juvenil, fresca y honesta. Es decir, todo lo que no es. De mala palabra, MAN se convirtió en leperada ahora que se empiezan a desvelar las enormes redes de corrupción que construyó junto a su adversario político de utilería, Alejandro Sinibaldi, con quien se dividieron las monumentales coimas de Odebrecht.
Net Center o netcenter. Mecanismo tecnológico de terror que vino a sustituir a los volantes y pasquines por medio de los cuales se atemorizaba, amenazaba o desprestigiaba a los enemigos de la oligarquía durante los años de la guerra interna. Su especialidad es bombardear las redes sociales para posicionar fake news o noticias falsas, confundir a los incautos que aún creen que izquierda y Cicig son sinónimos. Es el método de elección para defender a los corruptos. En lugar de Mano BlancaJaguar Justiciero o Cadeg (Comité de Ajusticiamiento del Ejército de Guatemala) estos modernos escuadrones llevan nombres como Rodrigo Polo, Bárbara Hernández o Movimiento Cívico Nacional.
Pacto de Corruptos. Se denomina así al intento funesto que la mayoría de bancadas en el Congreso de la República perpetró en septiembre pasado para protegerse de eventuales persecuciones jurídicas, mediante la modificación absurda de un extenso contenido del Código Penal. Lo más reprochable de la acción no fueron las reformas que pretendían, sino el hecho deleznable de que con esa maniobra pretendían beneficiar a los encartados por casos de corrupción que están encarcelados en la chirona militar de Mariscal Zaval, principalmente.
Sandra Jovel. Se tornó en palabra detestable desde el momento en que se prestó de manera ignominiosa a hacerse cargo de la cancillería en lugar de Raúl Morales, no precisamente para mejorar el desempeño de la cartera, sino para formar parte activa de la lucha procorrupción y proimpunidad dirigida y organizada por el alcalde Álvaro Arzú, con el apoyo incondicional del presidente Morales, de las bancadas de los extintos partidos Patriota y Líder y de algunos alfiles vinculados a las mafias, como el vicepresidente del Congreso, el diputransa Felipao Alejos y lo que queda del FCN.
Ejército de Guatemala. Siempre ha sido una palabra vulgar para los sectores y personalidades demócratas y progresistas, pero ha llegado a niveles obscenos a medida que trasciende su alineación estratégico-mafiosa manifestada en los intereses que defiende el presidente Morales y que tienen el retiro del comisionado Velásquez como objetivo inmediato y no negociable. El otorgamiento de un injustificable bono mensual de Q 50 mil y la convicción ciudadana de que una cantidad considerable de oficiales han convertido a la institución en un reducto al servicio del narco, han hecho que el «Glorioso Ejército asesino», hoy sea un procaz vocablo, sinónimo de lo más deleznable y corrupto.
Jimmy Morales. Quizá la mala palabra que más ofende a la ciudadanía. No se puede negar que sea todo un fenómeno político, porque en menos de tres años pasó de ser «Ni corrupto, ni ladrón» a corrupto, ladrón, inepto, maleable, irresponsable, borracho y cretino. ¿Olvido algo? ¡Ah, sí! No sé por qué algunos periodistas malintencionados insisten en ligarle el nombre Carolina Herrera
Y así, sin quererlo, los hechos políticos o vinculados a la «Política», han contribuido a construir un nuevo acervo idiomático, donde las palabras -inocentes en su concepción- han adquirido un significado ofensivo en el entorno nacional. Estoy seguro de que hay muchísimas más. En una de esas me ayuda a ampliar este pequeño ejercicio lexicográfico. 

viernes, 9 de febrero de 2018

ASÍ, MEJOR CERRAR EL MICUDE



Por: Édgar Rosales
Tal vez luzco muy salvaje al proponer la medida que le da título a esta nota. Pero no es así. Quienes me conocen saben que soy un apasionado de las manifestaciones culturales y deportivas, elementos esenciales de la vida de cualquier sociedad, aunque a las autoridades de Educación les costó mucho esfuerzo llegar a tal conclusión.
El caso es que, 32 años después de creado, uno no puede ser indiferente ante la caótica conducción que ha tenido el Ministerio de Cultura y Deportes (Micude); actitud errática que se agravó desde el Gobierno de Pérez Molina, cuando la actividad cultural pasó a ser uno de los tantos núcleos de negocios corruptos que caracterizó a dicho período.
En el Gobierno actual no es censurable solo por el deplorable hecho de alcanzar apenas un 65.7 % de ejecución presupuestaria durante el 2017, lo cual significa que se despilfarraron Q 371 millones (que de ninguna manera se puede calificar como gasto), según datos del Minfin. La razón para exigir su clausura se sustenta en la precaria concepción con que se han gestionado los procesos culturales y deportivos desde el Estado guatemalteco, los cuales obedecen principalmente a una programitis desvinculada de una visión estratégica e integral.
Y es que los gobernantes han tenido criterios muy limitados en relación con el Micude. Para Álvaro Arzú, por ejemplo, se trataba de un espacio para privilegiar actividades puramente elitistas y con fines de mera entretención.
En el régimen de Alfonso Portillo se instaló la demagógica tendencia de nombrar a personas indígenas al frente del Micude, y en esa linea designó a Otilia Lux de Cotí. Sus sucesores, Óscar Berger, Álvaro Colom y Otto Perez mantuvieron esa orientación, nombrando a Manuel Salazar, Jerónimo Lancerio y Carlos Batzín, respectivamente. Demagógica, decía, porque su presencia solo fue un acto políticamente correcto, pero nunca fueron el factor estratégico para el diseño de políticas de Estado dirigidas a velar por el contexto cultural de los pueblos indígenas.
Y hay otro error histórico presente en la elección de ministros «de Cultura». Se ha creído que para ello basta con ser un personaje con acervo cultural distinguido. Esto se manifestó rudamente cuando asumió el exministro Dwight Pezzarossi y fue ridiculizado públicamente por la prensa, al plantearle preguntas de conocimiento general, a sabiendas que su formación era básicamente de futbolista.
Sin embargo, tampoco puede decirse que la efímera gestión de su sucesora, Ana María Rodas, fuera notable y exitosa, pese a ser una persona sumamente cultivada. Y es que en ninguno de ambos casos el responsable designado cumplía el perfil requerido para desempeñar el cargo. A menudo se olvida que el Ministerio tiene dos apellidos: Cultura y Deportes.
Es decir, no basta con ser culto o manifestar interés en la cultura para ser ministro. Lo deseable es que sea una persona con experiencia o formación en gestión pública, y aplicar estas a la cultura y el deporte, tal como se hace en cualquier otra rama de la administración estatal.
Por ello es que la maquinaria encabezada por José Luis Chea es irrelevante, insípida, incolora y, sobre todo, inodora. Se trata de una persona con experiencia diplomática y, sin duda, con un buen nivel cultural. Sin embargo, y a juzgar por los resultados, tales credenciales no le libran de ser un enciclopédico desconocedor en materia de gestión pública.
   Despilfarro ingrato. ¿Recuerda usted la famosa y pantagruélica cena familiar celebrada por el ministro José Luis Chea en el Palacio? Pues bien, igual de sibarítico  y dispendioso ha sido con los recursos del Micude. (Foto Guatevisión).
Lo vimos cuando, a medida que se acercaba el cierre fiscal de 2017 y su ejecución presupuestaria a noviembre reportaba un poco más del 40 %, se dedicó a subir sus números por medio del gasto desordenado y superfluo. Por eso lo vemos en intensos y nada productivos periplos por Rhode Island y otras ciudades estadounidenses, acompañado de un séquito injustificable… al menos en términos administrativos.
Pero no fue suficiente para «mejorar» la ejecución y se lanzó a derrochar el dinero público en un ostentoso viaje a París, entre el 9 y 18 de noviembre, con el pretexto del 50 aniversario del otorgamiento del Premio Nobel a Miguel Angel Asturias. Aunque no es una fuente profesional, elPeladero publicó que en ese tourabundaron funcionarios del Micude que poco o nada saben de nuestra máxima gloria literaria, pero que les representaba una inmejorable oportunidad para ir de shopping a las glamorosas tiendas parisinas.
Según el reporte de ejecución presupuestaria regularizado, este viaje tuvo un costo de más de Q 350 mil. Incluso, Q 75 mil fueron destinados a cubrir los gastos del director de Comunicación Social, Estuardo Estupinián y ¡asústese usted! para pagarle el viaje a una reportera de Guatevisión, a cambio de un par de infomerciales disfrazados de reportajes. Para decirlo con sus letras: una fabulosa fafa institucional. Y es que estamos hablando del medio que dio a conocer la opípara cena familiar que el ministro organizó en uno de los salones del Palacio Nacional de la Cultura, pese a tratarse de un patrimonio estatal, jamás de uso particular.
Pues bien, el flamante ministro, muy sibarita él, no podía reducir su escapada tan solo a la Francia romántica. Entre el 19 y 26 de noviembre se fue a Pune y Mumbai, y luego a Nueva Delhi, India. El monto de lo erogado en estos viajes se estima en Q 350 mil. Se conoce, documentalmente, que Q 160 mil provienen de la Dirección de las Artes y Q 154 mil del Viceministerio del Deporte. Pero también hay casos como el de la prepotente asesora financiera, Yassmyn García de Lima, quien habría dispuesto de Q 30 mil de gastos a París y una cantidad similar a Juan Alberto Monzón Esquivel, viceministro del Deporte, pese a que la presencia de ambos en la Ciudad Luz, difícilmente se puede justificar.
Esta pequeña investigación financiera es apenas una pálida muestra de cómo se malgastan los recursos públicos en una institución que se ha ganado, a pulso, la percepción de ser totalmente inútil para un país con críticos indicadores de pobreza, salud, educación e inseguridad. Incluso, sin ir a temas tan complejos, con operadores de la cultura y del deporte padeciendo las precariedades más inconcebibles.
Dicen que los subalternos tienden a imitar al jefe, lo cual tiene lógica al ver el ejemplo del presidente y sus gastos tan injustificables como escandalosos, seguidos por esta cartera de menor categoría. Espero que ahora comprenda que no soy ningún salvaje y el porqué de mi indignación y deseo del cierre de un ministerio inútil, oneroso y desvinculado de la realidad. Y de iniciar, por supuesto, una reingeniería total, que se dedique a trazar la ruta que merecen nuestra cultura y nuestro deporte.
¡Y pensar que el presupuesto para este año será exactamente igual al de 2017! Es indispensable que el Congreso, pero sobre todo, la ciudadanía, fortalezcan su fiscalización sobre el paraíso de corrupción e inepcia en que han convertido al Micude. 

Imagen principal tomada de Ruiz-Healy Times.

jueves, 1 de febrero de 2018

HACIA UN NUEVO PACTO ANTICORRUPCIÓN


Por: Édgar Rosales
Y bueno, hay que reconocer que Álvaro Arzú sigue siendo el político más hábil de Guatemala. Hábil para manejar los hilos que genera el poder; hábil para manipular las instituciones desde el corazón mismo de la superestructura política; hábil para engañar a quienes lo eligen una y otra vez, no obstante lo intrascendente de su labor municipal. El más hábil… no el mejor ni el más asertivo.
Su más reciente demostración de esa habilidad -todos lo sabemos- fue la capacidad de articular un temible engendro en el Congreso de la República, al integrar una Junta Directiva con diputados carentes de credibilidad y cuyo presidente, Álvaro Arzú Escobar, su hijo, ha jugado el papel de ilustre desconocido durante los dos años que ha ocupado la única curul del Partido Unionista, quien será acompañado por unas joyitas marca Estuardo Galdámez, Javier Hernández, Felipe Alejos y Ramón Lau, acertadamente calificados como impresentables y quienes realmente van a manejar la agenda.
Se ha argumentado acerca de los propósitos que persigue este nuevo Eje del Mal, que unifica los objetivos de impunidad que presiona a los dueños de Casa Presidencial, Palacio Legislativo y Palacio de La Loba. Por ende, no existe la menor duda de que con esta nueva composición de fuerzas nos espera: la sepultura de las reformas constitucionales, el retroceso en el proceso de reforma electoral, la incidencia en la designación de fiscal general (la decisión la tomaría el presidente Morales, a sugerencia, entre otros, del alcalde Arzú) y, eventualmente, una coordinación Ejecutivo-Legislativo en la derogatoria del acuerdo de Cicig.
Y sin embargo -optimista que es uno- el advenimiento de este Eje del Mal abre una oportunidad fabulosa para no desmayar y derrotarlo. Ya hay quienes hablan de regresar a La Plaza, como en el 2015 o en septiembre pasado. Otros dicen que es momento de fortalecer la denuncia y de seguir fomentando la resistencia y hasta se sugieren nuevas jornadas de paro nacional. Y tampoco se ha hecho esperar la avalancha de tuits y likes en las redes sociales, dejando constancia del amplio rechazo.
Empero, mi optimismo es más amplio. Si bien las mencionadas son formas de lucha social propias de los nuevos tiempos, también han demostrado que muy pronto se agotan. Pareciera que se necesita una dosis exagerada de indignación para emprender movilizaciones exitosas. Y agregaría que también se requiere de un considerable nivel de organización, inexistente por ahora.
Hablo de la formulación de un nuevo pacto social. Un pacto anticorrupción, pero no exclusivamente circunscrito a este problema. Hablo de una plataforma político-electoral capaz transformar el país, que no se limite a la reforma de ciertas leyes (porque la emisión de estas no resuelve los males de fondo, como a menudo se cree). Hablo de un Pacto Social de largo aliento, que impulse reformas de estructura reales, que lleven a la erradicación de la pobreza, como gran objetivo.
Pero… ¿no es eso lo mismo que tantos temen? ¿La construcción de otra Venezuela? NO, en absoluto. El tiempo de las utopías quedó atrás, o probablemente nunca llegó por acá. Hablo de construcciones reales, de desplazar a los mafiosos del poder pero sin conformarnos con ello. Hablo de construir un programa que resuelva problemas actuales -no solo los entretenga- y se anticipe a prever los futuros. Hablo de propuestas tangibles en lugar de ilusiones simbólicas.
En estas circunstancias viene a mi mente el siempre postergado sueño de unificar a todas las izquierdas guatemaltecas. Nunca se ha logrado, aunque se estuvo muy cerca. Recuerdo el caso del Frente Democrático Nueva Guatemala (FDNG), cuyo fracaso se debió a que sus líderes, quienes encabezaban el movimiento popular en los años 90, extraviaron la brújula y creyeron que bastaba con llevar a la Presidencia ¡vaya paradoja! a Álvaro Arzú, porque ya había pactado la firma de la paz con «la Comandancia» y ganar algunas cuantas curules (las de ellos).
Lamentablemente, la participación de la URNG en la vida política ha sido un rotundo fiasco y agrupaciones como Winaq o Convergencia han tenido una influencia más bien marginal. Así que el proceso electoral del año entrante nos sorprende en un marco totalmente adverso para los sectores democráticos. Poco a poco se consolida la pesadilla iniciada en el 2012 con el ascenso del Partido Patriota, apoyado por la oligarquía neoliberal. La segunda parte se cumplió con Alejandro Maldonado y fue ratificada en un tercer episodio, el actual, encabezado por Jimmy Morales y su cohorte mafiosa-militar.
¿Estamos a punto de cederle el paso a un cuarto capítulo regresivo, ahora integrado por lo peorcito del PP y Líder, más FCN y Unionistas? ¿Se los permitimos? No, si se actúa con seriedad y auténtica visión de país. Si se asume que las protestas populares no pasan por su mejor momento y que, aparte del pataleo, no plantean propuestas reales. Si nos convencemos que se les agotó el tiempo a las reformas a la LEPP, aún cuando se aprobaran en 2018. (Recordemos que por tratarse de una norma de rango constitucional, requiere de la aprobación previa de la CC, acción que puede llevar unos cinco o seis meses más).
Es hora de pensar con los pies sobre la tierra, disculpe mi pragmatismo. La hora de construir una propuesta, no de todas las izquierdas -porque no obtendría ni 10 % de votos-, sino una mucho más amplia y democrática, que abarque a estas, al centro y ¿por qué no? algunas expresiones de derecha moderada, que serán los sectores más afectados por la ola que se viene con el Eje del Mal. ¡Ah, y que la discusión de las candidaturas no sea el eje central del proyecto!
Dicha propuesta debe incluir un amplio abanico, que incluya a partidos como la UNE, Encuentro por Guatemala, ciertas expresiones nuevas y la representación de la izquierda inteligente, incluso la aglutinada en ciertas organizaciones proactivas de la sociedad civil. ¿Que la UNE fue parte del Pacto de Corruptos? Sin duda fue un error garrafal, pero también se ha separado del resto de partidos impulsores de tan nefasta idea, al rechazar un presupuesto 2018 desfinanciado, votar en contra de la directiva del Congreso e impulsar la Ley de Alimentación Escolar. Además, mantiene una base fundamentalmente popular, que por ningún motivo resulta despreciable en la correlación de fuerzas.
Lo peligroso de la situación política y social nos exige dejar de lado exquisiteces extremistas. Una plataforma como la sugerida no solo derrotaría al proyecto neoliberal sino debería ser la base para conciliar una agenda de nación e impulsar un proyecto de redefinición del Estado (no de una abstracta «refundación») en el mediano y largo plazo.
Este sería el medio de conquistar una amplia representación popular en el Congreso, impulsar esas reformas que no terminan de cocinarse y, a la vez, promover políticas de desarrollo humano y económico (especialmente agrícola y de pequeña y mediana empresa) para lo cual es fundamental una correlación entre instituciones y representaciones políticas de base. Sin un gobierno de base popular, este correrá el riesgo -como se ha visto en otras latitudes- de ser desgastado por los sectores hegemónicos.
Parece un sueño irrealizable, lo sé, pero al igual que Eduardo Galeano, reivindico el derecho de soñar. Supongo que muchos prefieren no «contaminarse» con esquemas tradicionales y conformarse con pequeñas migajas del poder, conducta muy conveniente para los grupos oscuros. ¡Buena suerte! Yo le apuesto a las transformaciones paulatinas, pero seguras. Lo invito a reflexionar.