sábado, 10 de febrero de 2018

NUEVAS MALAS PALABRAS EN GUATEMALA


Por: Édgar Rosales
Creo que fue Mafalda quien lo dijo por primera vez. En una de sus inolvidables historietas ironizaba con que la «P» era la letra inicial de una gran palabrota. No, no es esa que está pensando… Se refería, en el tono encantador que caracterizaba a nuestro personaje, a «Política», como un concepto terrible y de esencia negativa. En tres palabras: una mala palabra.
En efecto, a fuerza del desprestigio heredado por innumerables políticos que dicen ejercerla, la palabra «Política» se ha llegado a convertir, a escala mundial, en algo cuasi escatológico y repugnante. La Guatemala de nuestro tiempo no ha escapado a esa corriente y a causa de los hechos ocurridos en 2015, esos nuevos conceptos fueron adquiriendo un significado funesto en su uso cotidiano. Veamos algunas de estas «malas palabras».
La Línea. Hasta 2015 se le asociaba con aquella romántica descripción infantil que nos obligaron a memorizar, y que se refería a la misma como una «sucesión de puntos». Hoy es una sucesión interminable pero de eslabones oscuros, donde cada uno es peor que el precedente y resulta cada vez más difícil establecer cuál es la parte más «gruesa». Unas veces es el eslabón 1 y otras, el 2. Sin embargo, en caso de duda, ambos pueden intercambiarse. El orden de los factores no altera el producto.
Cooptación. Palabreja casi desconocida en el argot nacional, hasta que el colombiano Iván Velásquez la utilizó como etiqueta de uno de los casos más escandalosos de corrupción política (perdón por el pleonasmo). Lo malo es que ahora se le usa para todo. Cooptación de la USAC, cooptación de las iglesias, cooptación de los jueces, cooptación en la familia… No está lejano el día en que se hable de que el desastre actual del Real Madrid es resultado de su «cooptación» por parte de Cristiano Ronaldo.
Corrupción. No es una voz nueva, al contrario, es tan antigua como aquella compra que Jacob hizo de la primogenitura de su hermano Esaú, a cambio de un plato de lentejas. Aquí se volvió «mala palabra» desde que se le empezó a aplicar indiscriminadamente. Ahora, todo es susceptible de ser corrupto. Hasta el papa Francisco. Basta ver en las redes sociales, el primer criterio de descalificación hacia una persona es el de «corrupto». Corrupto es el periodista que publica noticias favorables a la fiscal Thelma Aldana; corrupto es Donald Trump (no xenófobo ni racista) por no aceptar a los migrantes. Corrupto el extécnico rojo Ever Almeida, por no haber colocado de titular a Pablo Pappa en la final del torneo apertura de diciembre pasado: todo es corrupto…
Fundación Terrorista. Nombre ganado a pulso por el grupo encabezado por el ultraderechista y ultraretrógrado (perdón, el pleonasmo era indispensable) Ricardo Méndez Ruiz. Se volvió mala palabra desde que se descubrieron sus nexos con los militares más sanguinarios de la historia, con las mafias -también de militares- más temibles, con sectores empresariales cavernarios y sobre todo, con la alianza proimpunidad que busca desalojar del país al comisionado Iván Velásquez y, de paso (dejémosnos de cuentos), también a la Cicig.
El MAN. Uno de los tantos apelativos empleados por el multifracasado político, Manuel Antonio Baldizón. Sin duda fue un recurso para venderle a los milenialsuna imagen juvenil, fresca y honesta. Es decir, todo lo que no es. De mala palabra, MAN se convirtió en leperada ahora que se empiezan a desvelar las enormes redes de corrupción que construyó junto a su adversario político de utilería, Alejandro Sinibaldi, con quien se dividieron las monumentales coimas de Odebrecht.
Net Center o netcenter. Mecanismo tecnológico de terror que vino a sustituir a los volantes y pasquines por medio de los cuales se atemorizaba, amenazaba o desprestigiaba a los enemigos de la oligarquía durante los años de la guerra interna. Su especialidad es bombardear las redes sociales para posicionar fake news o noticias falsas, confundir a los incautos que aún creen que izquierda y Cicig son sinónimos. Es el método de elección para defender a los corruptos. En lugar de Mano BlancaJaguar Justiciero o Cadeg (Comité de Ajusticiamiento del Ejército de Guatemala) estos modernos escuadrones llevan nombres como Rodrigo Polo, Bárbara Hernández o Movimiento Cívico Nacional.
Pacto de Corruptos. Se denomina así al intento funesto que la mayoría de bancadas en el Congreso de la República perpetró en septiembre pasado para protegerse de eventuales persecuciones jurídicas, mediante la modificación absurda de un extenso contenido del Código Penal. Lo más reprochable de la acción no fueron las reformas que pretendían, sino el hecho deleznable de que con esa maniobra pretendían beneficiar a los encartados por casos de corrupción que están encarcelados en la chirona militar de Mariscal Zaval, principalmente.
Sandra Jovel. Se tornó en palabra detestable desde el momento en que se prestó de manera ignominiosa a hacerse cargo de la cancillería en lugar de Raúl Morales, no precisamente para mejorar el desempeño de la cartera, sino para formar parte activa de la lucha procorrupción y proimpunidad dirigida y organizada por el alcalde Álvaro Arzú, con el apoyo incondicional del presidente Morales, de las bancadas de los extintos partidos Patriota y Líder y de algunos alfiles vinculados a las mafias, como el vicepresidente del Congreso, el diputransa Felipao Alejos y lo que queda del FCN.
Ejército de Guatemala. Siempre ha sido una palabra vulgar para los sectores y personalidades demócratas y progresistas, pero ha llegado a niveles obscenos a medida que trasciende su alineación estratégico-mafiosa manifestada en los intereses que defiende el presidente Morales y que tienen el retiro del comisionado Velásquez como objetivo inmediato y no negociable. El otorgamiento de un injustificable bono mensual de Q 50 mil y la convicción ciudadana de que una cantidad considerable de oficiales han convertido a la institución en un reducto al servicio del narco, han hecho que el «Glorioso Ejército asesino», hoy sea un procaz vocablo, sinónimo de lo más deleznable y corrupto.
Jimmy Morales. Quizá la mala palabra que más ofende a la ciudadanía. No se puede negar que sea todo un fenómeno político, porque en menos de tres años pasó de ser «Ni corrupto, ni ladrón» a corrupto, ladrón, inepto, maleable, irresponsable, borracho y cretino. ¿Olvido algo? ¡Ah, sí! No sé por qué algunos periodistas malintencionados insisten en ligarle el nombre Carolina Herrera
Y así, sin quererlo, los hechos políticos o vinculados a la «Política», han contribuido a construir un nuevo acervo idiomático, donde las palabras -inocentes en su concepción- han adquirido un significado ofensivo en el entorno nacional. Estoy seguro de que hay muchísimas más. En una de esas me ayuda a ampliar este pequeño ejercicio lexicográfico. 

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