lunes, 15 de enero de 2018

DOS AÑOS A LA BASURA...(Y AÚN FALTAN DOS)



Por: Édgar Rosales 

A mi recordado amigo, Alfredo Balsells Tojo le escuché decir, allá por 1996, que el primer deber de un demócrata es aceptar las reglas de la democracia, por duras que parezcan. Lo decía en un círculo común, en el cual se comentaba con desaliento la reciente victoria de Álvaro Arzú, y luego subrayaba con mucha convicción: «Sabemos que el pueblo se ha equivocado al votar de esta manera, pero equivocado y todo, los demócratas verdaderos debemos aceptar su decisión».

Esas palabras vinieron a mi mente luego de conocerse los resultados electorales del 2015, cuando el pueblo guatemalteco -una vez más- se equivocó abrumadoramente al elegir a alguien cuya credencial más conocida era la de comediante. Y lo apoyó, pese a que durante la campaña ofreció pruebas rotundas de escaso criterio político y ninguna capacidad para ejercer el principal puesto público del país.

Pero, ni modo, era la voz el pueblo y con ese espíritu democrático, enfatizado por don Alfredo, hubo que aceptarla sin remedio. Empero, respetable y todo, la decisión popular de encumbrar a Jimmy Morales a la Presidencia, confirmó que para la mayoría de votantes no pasan de ser palabras vacías aquellas trilladas invitaciones a «meditar el voto», que se ponen en boga durante cada campaña electoral.

Lamentablemente, reflexionar es lo último que hacen los chapines cuando de elegir se trata, especialmente esas capas medias capitalinas que ampulosamente se autoproclaman «el voto pensante», cuando en la práctica suele ser mucho más analítico el voto rural, cuyos electores saben cuáles son los problemas que les urge resolver y cuál de los candidatos a alcalde puede darles respuesta. Así de simple, pero pensadito.

    Informe "Entre amigos". La oposición legislativa manifestó su rechazo a las mentiras oficiales, al no asistir a la lectura del Informe de dos años de gobierno. (Foto Prensa Libre)

En el contexto urbano nacional esas consideraciones no entran en juego y el sufragio se emite bajo el influjo de emociones: unos con el hígado en la mano, prestos a castigar al mal portado; otros, con el corazón desbordado por el optimismo y la esperanza, dispuestos a perdonar y dejarse engañar por un nuevo vendedor de ilusiones.

Sin embargo, lo de 2015 fue una mezcla de onanismo e ingenuidad. Una perversa autocomplacencia de creer que tras el destape de La Línea y la reclusión de sus principales jerarcas se enviaba un mensaje contundente a la corrupción, el cual debía refrendarse en las urnas. E ingenuidad, por creer ilusamente que un anodino sin experiencia, sin capacidad política pero con una cohorte de chafarotes gruesos y sin plan de gobierno ni equipo calificado, podía representar la fórmula mágica que le abriera nuevas oportunidades a la sociedad.

Han transcurrido dos años desde la toma de posesión de Morales, cuyo acto memorable fue el ridículo de colocar las manos sobre la pantalla del televisor. Apenas dos años, pero ahora son contadas las personas que aceptan haber cometido aquella equivocación; reacción lógica frente a las dimensiones del fracaso. Hasta sus otrora fervientes Jimyliebers, léase Dionisio Gutiérrez (quien lo apoyó públicamente), Enrique Godoy, Juan Luis Font y Daniel Hearing (quienes lo apoyaron solapadamente) y toda la oligarquía neoliberal más la borregada de la Marro (que lo apoyaron cerrilmente) han visto cómo su recomendado los hizo pasar del entusiasmo al estupor; del optimismo a la indignación y, ahora cuando el daño ya está hecho, al hartazgo y la vergüenza.

De sobra se sabe que los famosos informes presidenciales suelen ser una colección de mentiras, fantasías y medias verdades artificiosamente ilustradas. Sin embargo, este segundo informe se ha volado la barda en cuanto a contenido. Mejor dicho, en cuanto a ausencia de contenido; de realizaciones demostrables; de explicaciones convincentes acerca de lo que es un hecho irrefutable: su carencia total de compromiso hacia la sociedad.

Los ciudadanos hubiésemos esperado que se nos explicara por qué la cobertura en los niveles preprimario y primario ha caído estrepitosamente, al pasar de 98 a 78 % en nueve años, según datos del propio Mineduc. Sin resolver este problema, de muy poco sirve que se cumplan 180 días de clases si se atiende solamente a un segmento de población. Sin duda los lectores se enteraron que en 2016 hubo más de 1.6 millones de escolares sin posibilidades de asistir a la escuela. Pues bien, en 2018 serán otros 540 mil sin esa posibilidad.

    Mentira monumental en educación. ¿Cómo puede hablar el presidente de reducción de la deserción escolar, si el programa de Transferencias Monetarias Condicionadas, el mejor mecanismo para evitar dicho problema, prácticamente no registró movimiento presupuestario en 2017. (Foto Prensa Libre).

Lo peor es que los programas sociales prácticamente desaparecieron y pese a que algunos se incluyeron en el presupuesto 2017, el Mides fue incapaz de ejecutar un solo centavo asignado, reduciendo las posibilidades de atajar la pobreza.

Tampoco pudo decir mayor cosa en materia de seguridad, salvo que se mantuvo la tendencia iniciada en 2009 de mantener el descenso en la tasa de muertes violentas, pero que a estas alturas es insuficiente para traducirse en percepción de seguridad, verdadero hito al que aspiran las sociedades que han derrotado al crimen. Ese resultado, no obstante, puede revertirse en tanto no se recuperen programas de prevención que empezaron a ser exitosos, ni se implementen nuevos destinados a la prevención.



En cuanto a la clase media, esa masa impensante que lo llevó a la silla, ha resultado golpeada con severidad. Con un crecimiento económico que no alcanzó 3 % , sin mayores esperanzas de rescatar el hábito del ahorro, una drástica caída en la capacidad de consumo y con proyectos para emprendedores que no pasan de buenas intenciones en papel, se perfila un 2018 cuestarriba para este sector.

Y, por supuesto, no hubo explicación acerca de sus oscuras maniobras en contra de la lucha anticorrupción y que lo han retratado como un auténtico abanderado de las mafias, de grupos ultraconservadores, de fanáticos desfasados y un oportunista capaz de autorrecetarse escandalosos bonos, con la bendición de chafarotes oscuros.

Y así, con cero logros, se han extraviado los primeros dos años de Jimmy Morales. Literalmente lanzados a la basura. Lo grave es que todavía faltan dos…



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