martes, 3 de octubre de 2017

¿Y LA PRENSA PARA CUÁNDO? (I)




Por Edgar Rosales



La mayoría de reporteros alguna vez han experimentado ese deleite único que se siente al pillar a alguien en malos pasos… aunque no sea así. Lo importante es cumplir con las dos reglas de oro que al salir de la redacción le impuso el editor: “todo funcionario es corrupto hasta que demuestre lo contrario”. O bien: “quiero que vayás con este fulano político y le encontrés un elefante rosado. Y si se puede, encontrale dos”.

Lo anterior no es exagerado. Me consta por haberlo vivido durante más de una década de ejercicio periodístico. Pero así es el esquema dentro del cual opera la mayoría de medios de comunicación guatemaltecos, sean impresos, televisivos, radiodifundidos o digitales: la noticia debe vender o no es noticia.

Esa conducta “periodística” sustentada en el odio social que sataniza a la clase política mientras bendice a los empresarios (tan nobles y respetables ellos), nos recuerda que en los últimos tiempos se ha desatado una especie de moda anticorrupción, la cual hace creer que este es el origen de todos los males de nuestra sociedad, cuando en realidad es un efecto de tantos problemas y déficits acumulados históricamente.

Ese proceso anticorrupción ha tenido el efecto de plantear la necesidad de depuración de los malos representantes de las instituciones. Así se han empezado a depurar algunos partidos políticos, se depuró la administración de justicia (aún falta mucho). Igualmente, hay demandas de depuración del Congreso, del Ejército y de la sociedad civil. Sin embargo, por ningún lado se escucha ni se propone otra necesaria depuración. “¿Y la prensa para cuándo?”, tal como se proclama cada vez que se pretende la persecución de ciertas instituciones o personajes.

Y es que la prensa no puede sustraerse a su responsabilidad en la construcción de la debacle nacional. Cuando se privilegia, por ejemplo, cierta especie de periodismo “investigativo” tan activa y decididamente contra los gobiernos de Alfonso Portillo y Álvaro Colom, pero que casi desaparece en los períodos de Álvaro Arzú y Óscar Berger, se concluye que los medios abandonan su papel informativo, formador y de entretenimiento según se acoplen a su descarado activismo político.

Lo anterior no es casual y tiene cierta lógica: a la prensa no le costó ni una gota de sangre la construcción de la democracia en Guatemala, como sí nos costó a muchos otros sectores sociales. ¿No lo cree? Haga el esfuerzo de buscar en una hemeroteca cuántas notas se publicaron acerca de las terribles masacres perpetradas durante la guerra interna y se dará cuenta que fue un acontecimiento escondido de la manera más perversa, porque era uno de tantos sectores coaligados con los bloques hegemónicos de entonces. Cabe decir, por tanto, que la prensa no solo no contribuyó a la democracia, sino que ahora es una cínica usufructuaria de sus beneficios.

Como empresas que comercian con las noticias, ese activismo político actúa descarnado bajo el eufemismo de “periodismo independiente”. Vea nada más ese Siglo 21 envilecido y entregado sin rubor a los intereses de la Línea o la Fundación Terrorista. ¿En qué grado de miseria moral se ubica un Peladero que ha corrompido absolutamente la función editorial para dedicarse a destruir personas, familias e instituciones… hasta que a su autor se le abran nuevas fuentes de “financiamiento”? Y en rotativos venidos a menos como La Hora, un lector solo puede esperar desfogues hepáticos de su director, quien se estancó en los mismos temas personales y con la misma pobreza de léxico de hace 25 años.

Lo peor es que medios alternativos como Nómada apenas tienen incidencia marginal, debido a que sus promotores aún no superan la fase egocéntrico-narcisista que a todo joven periodista le es inherente. Superioridad moral que se diluye al ser financiados por Soros, cuya trayectoria al servicio de la CIA debiese bastar para llenar de vergüenza a quienquiera que reciba dinero de sus manos.


En fin, una sociedad que aspira a superar la corrupción, a encaminarse por senderos positivos y hasta a “refundarse” no puede contar con una prensa corrupta. Es hora de exigir: ¿y la prensa para cuándo?  

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