miércoles, 6 de septiembre de 2017

URGEN PROPUESTAS POLÍTICAS SENSATAS


    SE VALE PEDIR. La población agrupada en "La Plaza" empezó a exigir cambios de todo tipo. Ahora, en 2017 parece haber perdido mucha fuerza, sin duda por las experiencias sufridas por sus propuestas en los últimos dos años. (Foto tomada del sitio web de Estrategia y Negocios).

Por: Edgar Rosales

Es agosto de 2015 y la gente abarrota la Plaza de la Constitución. Y aunque era una imagen muy frecuente en la década de los 70, para las nuevas generaciones de guatemaltecos ahí concentrados, esto es algo radicalmente nuevo. La estridencia de las vuvuzelas acompaña el archiconocido estribillo (nunca cumplido) que desde 1973 proclama: El Pueblo Unido Jamás Será Vencido y entre las pancartas multicolores, hay una que destaca: vamos a construir un nuevo sistema político.

Con aquella protesta masiva también llegaba a su fin el tan efímero como nefasto gobierno del Partido Patriota y que en solo dos años se erigió como uno de los insultos más terribles en la historia política de Guatemala. Sólo faltaba el acto final: la renuncia y enjuiciamiento de sus “líderes máximos”, el presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana Baldetti, acción que se logró, -de ninguna manera gracias a las manifestaciones populares como algunos ilusos a la fecha creen- sino al concurso del Ministerio Público, la CICIG y ¡por supuesto! La embajada de Estados Unidos.

Sin embargo, las ganas y la costumbre de exigir cambios permanecieron en la psiquis de los guatemaltecos, más o menos en el tono de la pancarta antes referida: “Si fuimos capaces de derrumbar al Presidente, somos capaces de cambiar a la sociedad. Capaces de refundar un nuevo Estado. De armar una revolución. De exigir una nueva Ley Electoral y de Partidos Políticos que borre del mapa a los actuales y le abra paso a una nueva clase política”.



Primer error. Ninguna sociedad se ha transformado a partir de mecanismos legales. Estos, antes bien, sirven para apuntalar y consolidar tanto las virtudes como los vicios de aquella. La transformación social (que no es necesariamente el paso del capitalismo al marxismo como sostiene la teoría clásica) es resultado de una serie de procesos mucho más dinámicos; de la interacción de sectores en torno a propósitos comunes y claramente definidos.

De ahí que, en línea con esa tónica de proponer (lo que sea, pero la cosa es proponer) nos encontramos en columnas y análisis con sugerencias que a estas alturas ya no se conoce su origen ni sus verdaderos propósitos. Como un pequeño ejemplo, no fue “la Plaza” la que planteó la creación de pequeños distritos electorales. De quien conocí esta propuesta fue de Acisclo Valladares, uno de los abogados representantes del conservatismo rancio del país. Ahora hasta en los comunicados de los sectores populares aparece como condición sine qua non, que “para crear un nuevo sistema político, es importante cambiar el método de elección”.



Sin embargo, me parece extraño que casi nadie haya llegado al meollo de esta propuesta: para llevarla a cabo, es indispensable que previamente se modifique el artículo 157 de la Constitución Política de la República, el cual establece que : “La potestad legislativa corresponde al Congreso de la República, compuesto por diputados electos directamente por el pueblo en sufragio universal y secreto, por el sistema de distritos electorales y lista nacional, para un periodo de cuatro años, pudiendo ser reelectos”. Y en su siguiente párrafo define: “Cada uno de los departamentos de la república, constituye un distrito electoral. El municipio de Guatemala forma el distrito central, y los otros municipios del departamento de Guatemala constituyen el distrito de Guatemala.


Por tanto, mientras el texto constitucional esté vigente y mientras no se emprenda un proceso de reformas de la Carta Magna, que incluya la modificación del artículo antes mencionado, el modelo de elección de diputados seguirá siendo el mismo que rige desde 1985. Y por si fuera poco, no veo que alguien esté impulsando dichos cambios. Recordemos que, si mucho, se han planteado reformas en el sector Justicia y quién sabe si vayan a prosperar.

Entiendo la necesidad de impulsar cambios como el anterior. Pero también tengo claro que estos no pueden emprenderse al margen del texto constitucional, porque devendrían nulas ipso jure. De ahí, entonces, que sea muy poco probable que Ley Electoral y de Partidos Políticos sea la panacea que muchos proponen. Y por ende, la única forma en que se han alcanzado impulsar reformas profundas y hasta cierto punto radicales, ha sido cuando se redacta una nueva Constitución como producto de un golpe de Estado.


Pensemos, entonces, con los pies sobre la tierra. Una cosa son las legítimas aspiraciones de La Plaza y otra, que esta legitimidad y ese deseo sean suficientes para su aplicación práctica, sin trastocar el aparato jurídico. Nos guste o no, el camino es un proceso de transición, con el acompañamiento ineludible de la auditoría social y los mecanismos de transparencia que han impulsado CICIG, MP y CGCN.


Y es que, usted no me dejará mentir: una nueva generación de políticos no va a ser mejor ni peor que la actual. Será, como en toda actividad humana, una expresión concentrada de la sociedad guatemalteca; una representación de todas sus virtudes y defectos. 

Pero, sobre todo y entre muchas otras limitaciones, tampoco se ve una alentadora nueva clase política en perspectiva. Todo lo contrario, los más conspicuos dirigentes jóvenes, son los del cuesionable Movimiento Cívico Nacional -MCN-, (antes los Camisas Blancas del Partido Patriota y en 2015 banderizos de Alejandro Sinibaldi) que no reparaban en mientes para tildar de corrupto a cualquier personaje político que no comulgara con sus ideas retrógradas. 


PÉSIMO MENSAJE. Los vínculos denunciados entre los Camisas Blancas del MCN y Alejandro Sinibaldi resultaron una pesada broma para quienes veían en ellos el germen de una nueva clase política joven.

Otras opciones de liderazgo juvenil, excuso decirlo, aún tienen que pagar un largo derecho de piso para ser viables. La experiencia de haber llevado a ciegas a un cómico a la Presidencia es un chiste de mal gusto, del cual nos costará mucho recuperarnos y serán los jóvenes quienes lleven el peso de las malas decisiones de otros. 

Pero ni modo. Así son las cosas en política; mejor dicho, así han sido y sin duda seguirán siendo, aunque al solo pensarlo se nos estruje el corazón. 

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