jueves, 29 de junio de 2017

LA MUERTE DEL SIGLO

La Muerte del Siglo
Por Edgar Rosales*
* Periodista retirado, pero intelectualmente activo.

El Ministerio Público secuestró documentación y solicitó la inmovilización del edificio que ocupa Siglo Veintiuno. (Foto digital de Soy 502).

Su terrible agonía ha sido cuestión de años. Ha sido muy parecido a aquellos cánceres agresivos. Intolerables para el paciente. Dolorosos hasta la médula. Prolongados. Interminables. Su triste desenlace ha sido de los más esperados (por predecible, no tanto por deseable), pero siempre ha aparecido alguna fórmula salvadora, aunque al final solo ha postergado la hora final.
La estocada definitiva parece haber llegado el martes pasado -27 de junio de 2017- . El remedio que pone fin a la angustiosa agonía. No se trata de una quimioterapia. Nada de cápsulas o cucharadas. No se trata de un paciente humano. Como pueden adivinar, hablo de Siglo Veintiuno, el rotativo nacional que desde el ya lejano 1990 se  reivindica como el idealista promotor de una nación “Libre, Justa y Solidaria”. En sus páginas interiores, no obstante, ha sido un reproductor fiel del burdo catecismo liberal económico en su más cavernaria versión.
Fue un periódico que hizo historia y tuvo momentos memorables. Algunos verdaderamente grandiosos; otros, terriblemente infortunados. Nació con un estilo novedoso y adelantado a la sociedad guatemalteca de los años 90. Entre lo más destacado se recuerda aquella edición titulada “Siglo Catorce”, en respuesta a las acciones atentatorias a la libertad de prensa que ordenara el aprendiz de dictador, Jorge Serrano (con el concurso de Roxana Baldetti), en aquellos amargos días de mayo y junio de 1993. 
Pero tuvo también acciones censurables; deleznables de verdad. Viene a la mente aquel titular de octubre 1999 que anunciaba un “cerrado empate” entre los aspirantes presidenciales Alfonso Portillo y el entonces oficialista Óscar Berger, el cual contradecía cualquier medición seria de la época. Fue espantosa la lluvia de llamadas a la Redacción manifestando indignación y repudio ante tal atrocidad. Realmente llenaba de vergüenza a quienes trabajábamos honestamente. Y por supuesto, el aplastante triunfo de Portillo no solo puso en entredicho a Siglo Veintiuno sino fue una evidencia clara de su falta de imparcialidad.
Esto último fue más grave al instaurarse el gobierno del FRG. Las páginas del rotativo (entonces propiedad de la familia Gutiérrez Bosch) se convirtieron en un ominoso espacioal servicio de la oposición oligárquica. El acoso contra el presidente Portillo fue descarnado y malintencionado. No puede dejarse de mencionar que el arribo de ese gobierno coincidió con el florecimiento abrumador del periodismo investigativo, como nunca antes en el periodismo local. La campaña contra el mandatario llegó al extremo de que Siglo Veintiuno fabricó (así como se lee) una inexistente Conexión Panamá, según se dio en denominar al supuesto mecanismo mediante el cual Portillo y varios funcionarios sacaban fondos del Estado y los depositaban en bancos de ese país. Sin embargo, nunca el diario pudo probar semejante señalamiento (que resultó un infundio) y tampoco presentó las disculpas que exige la teoría de ética periodística.  Y misteriosamente, la tendencia investigativa casi desapareció de Siglo Veintiuno en el período siguiente, es decir, cuando Berger -delfín de la cúpula empresarial- se hizo cargo del gobierno. 
Sé que el periodista encargado de la investigación, Rodolfo Flores, actuó con toda honestidad y ética profesional, pero la verdad es que la única prueba “incriminatoria” era una fotocopia (sí, también así como se lee: una fotocopia) de una solicitud de apertura de cuenta en un banco panameño y en la cual alguien había escrito, a mano, el nombre de Portillo. ¡Nada más!Y si el entonces Presidente llegó a utilizar dicha cuenta bancaria, ello nunca se estableció. Me consta. Como Jefe de Opinión del Siglo tuve el expediente en mis manos.

Salvador González (Eco), ex Presidente de Corporación de Noticias, junto a Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, el tridente infernal que precipitó el fin de Siglo Veintiuno
Pero no fue el único acto reprobable. Durante mis casi 9 años de servicio se nombró a varios directores; cada uno con su agenda particular. En el año 2000 una parte de Siglo Veintiuno fue vendido a La Nación de Costa Rica y esta designó como “Director de facto” (la legislación nacional no permite a extranjeros dirigir medios de comunicación) a Guillermo Fernández, un periodista tico con mucha experiencia y amplia visión, pero todo un magíster en intolerancia, prepotencia y mal genio.
No se puede negar que le dio especial dinámica al medio, principalmente en el área investigativa. A mí me permitió migrar -en apenas cinco años de ejercicio periodístico- de reportero-redactor a editor de Metrópoli, Pulso Económico y luego, a la Jefatura de Opinión. Le reconozco, además, haber aceptado mi propuesta de romper el monopolio de columnistas de la Marro e incorporar firmas de otras tendencias ideológicas. Nunca he tenido claro por qué fue retirado, pero una versión asegura que sus pobres relaciones interpersonales fueron el pretexto para la decisión. Lo más probable es que para los socios guatemaltecos (Gutiérrez Bosch y Castillo Monge) nunca fue agradable cierta independencia editorial que mantenía respecto de la línea oligárquica del diario.
Lo que siguió a Fernández no fue mucho mejor. Llegó un director salvadoreño impuesto por el Opus Dei, a quien casi le causa un infarto el ver publicada en “sus páginas” aquella histórica fotografía de Madonna y Britney Spears dándose un frenético beso en público. Y lo mismo, cuando intentó bloquear la nota que anunciaba la boda de Elton John con su pareja del mismo sexo.
Y en pleno proceso electoral 2007, se publicó una lista "oficial" de financistas de la entonces gobiernista Gran Alianza Nacional (Gana), que postulaba a Alejandro Giammattei a la Presidencia. Pero había una segunda lista, la verdadera, que fue obtenida subrepticiamente. Estábamos en la mesa de editores en el diseño de esa entrega, cuando Antonio Flórez, gerente general originario de Perú, llegó a avisar que decía “uno de los socios” que si se publicaba una línea más acerca de este tema “se retiraba de inmediato del diario”, lo cual equivalía, ni más ni menos, que a desfinanciar buena parte del periódico y varios de nosotros a la calle. Ni modo. Nunca se publicó esa segunda lista donde aparecían varios encumbrados empresarios.

La portada de Siglo 21 del Miércoles 28 de junio, uno de los ejemplos más execrables de manipulación mediática en la historia.
Estuve en el diario hasta 2008, justo antes de que Siglo Veintiuno cayera en las lamentables manos de los hermanos Gonzalo y Luis Marroquín Godoy, acto que coincidió con el fin del gobierno de Berger, familiar del primero de los mencionados. Ahí se inició el camino más oscuro de cuantos hubo de transitar este infortunado medio de comunicación. Dichos sujetos ¡Oh milagro! revivieron el periodismo investigativo del matutino después del letargo de cuatro años, para reorientarlo (al igual que ocurrió durante el régimen de Portillo) hacia un ataque orquestado y permanente al gobierno siguiente. Sin la menor duda, los Marroquín contribuyeron al triunfo del Partido Patriota desde las páginas del diario.
Los hechos demuestran que después de ese período gubernamental, y una vez instalado el gobierno del PP, se inició el proceso de traslado del rotativo a manos de Roxana Baldetti por medio de testaferros, según lo ha denunciado Salvador González, Eco, ex presidente de Corporación de Noticias y testigo protegido en varios casos de corrupción de ese nefando régimen. Según este personaje, previo a consumarse la operación el entonces presidente Otto Pérez Molina (a quien ahora Marroquín ataca con frenesí en sus artículos) le concedió una exoneración por Q7 millones en multas fiscales y así cerrar el negocio con Baldetti.


Ahora, tras el cateo del martes 27, las actuales autoridades de Siglo Veintiuno reaccionan torpemente ante las acciones del Ministerio Público y CICIG, pretendiendo tapar el sol con un dedo y tratando, inútilmente, de desligarse de la mancha heredada por Roxana Baldetti, el personaje más conspicuo de la corrupción en Guatemala. Y, más torpemente aún, hace causa común con la Fundación Contra el Terrorismo y otros grupos mafiosos que pretenden mantener el estatus de impunidad en el país, al manipular a la opinión pública en relación con el cambio del embajador estadounidense Todd Robinson.
Por ello es que la muerte de Siglo Veintiuno toca a sus puertas. Puede que supere la batalla jurídica, pero queda claro que ha perdido, para siempre, los activos más grandes de un periódico: la credibilidad y la ética. (Para colmo, este jueves 29 de junio el Dr. Bienvenido Argueta anunció su retiro de las páginas de opinión, básicamente por la errática línea asumida por el medio. Y en una muestra increíble de intolerancia, en cuestión de horas fue retirado el artículo). 

En fin, es lamentable este desenlace porque el matutino merecía una muerte digna, como correspondería a un periódico decente. A cambio de ello, pasará a la historia de la manera más abyecta: como un miserable apéndice del crimen organizado.